Las 7 claves de los Yūrei de Japón
Los yūrei son lo que podemos llamar, por trazar una analogía comprensible, los fantasmas de Japón. Aparecen en numerosas películas de J-horror, auténticos blockbuster que nos muestran la cara más superficial de estas entidades. Hoy daremos las 7 claves de los yūrei de Japón para entender la importancia de su figura en la cultura.
Para ello, recurriremos al volumen de Zack Davisson «Yūrei, los fantasmas de Japón«.
Diferencia entre yokai y yūrei
Lo primero que tenemos que saber es que un yūrei y un yōkai no son lo mismo.
Los yōkai son criaturas o espíritus de la mitología japonesa que adoptan formas semi-humanas o semi-animales. Por encontrar un homólogo, podríamos decir que son como los «duendes» occidentales. No tienen por qué actuar siempre como espíritus malignos, aunque sí constituyen una forma degradada y corrompida del espíritu.
Pero, a diferencia de estos seres del folclore japonés, los yūrei son lo que podemos traducir en castellano como «fantasmas». Es decir, los yūrei son los espectros de seres humanos desencarnados que no pueden trascender este mundo. Obedecen a ciertas normas y leyes, por ello tienen una apariencia específica y un propósito concreto que cumplir, el cual varía, dependiendo del yūrei.
Las 7 claves de los yurei
1. El primer yūrei
Los yūrei se asocian tradicionalmente con las mujeres, quizá porque fue una joven, precisamente, el primer yūrei registrado en el arte.
La historia comienza con Maruyama Ōkyo, maestro del Ukiyo-e del siglo XVIII, quien experimentó la extraña visita de su amante, Oyuki, durante la noche. Oyuki, que había muerto joven, se presentó a los pies de la cama de Ōkyo, lo observó durante unos instantes y desapareció.
Ōkyo, quien presenció la terrorífica escena, saltó de su futón, cogió los pinceles e inmortalizó la escena en un rollo de seda. Dicha imagen es la primera visión artística que se tiene de un yūrei. Ōkyo plasmó a su amada como una joven hermosa y pálida envestida en un kimono blanco con el rostro desgreñado y largo y un semblante relajado.
A partir de esta primera representación, las imágenes de Yūrei proliferaron en la cultura japonesa.
2. Las San O-Yūrei
Las San O-Yūrei también llamadas las «Tres Grandes Yūrei» Oiwa, Otsuyu y Okiku, son las protagonistas de los kaidan más reproducidos a lo largo de los siglos.
Kaidan es un término para referirse al conjunto de relatos populares de miedo y misterio de la tradición popular. Muchos de ellos, como el de Otsuyu, provienen de la tradición popular china.
La historia de las Yūrei Otsuyu y Oiwa conmueven especialmente el alma de los japoneses, ya que han sobrevivido en la narrativa japonesa desde 1666 y 1825 respectivamente. En ellas, se describen los desafortunados acontecimientos de las dos mujeres convertidas en fantasmas del odio y del amor.
- Oiwa: fue una joven casada con el samurái Iemon, quien la atormentaba habitualmente por estar infeliz con su enlace matrimonial. Un día, el samurái tramó una conspiración con un amigo suyo para que violase a Oiwa y así poner término a su matrimonio justificando que su mujer le había sido infiel. Su amigo, Takuetsu, visitó a Oiwa durante la noche pero la encontró con la cara deformada a causa de una pomada con ponzoña recetada por Itō Kihei, un médico cuya nietase convertiría en la nueva esposa de Iemon. Takuetsu le mostró a Oiwa su reflejo frente a un espejo y esta, horrorizada por la situación y todos los detalles sobre la conspiración que acabó revelándole Takuetsu, se suicidó cortándose el cuello no sin antes maldecir a su marido, quien había estado detrás de todo. Tras su muerte, cuando Iemon se casó con Oume y descansaban en el lecho nupcial, Oiwa se le apareció en mitad de la noche con la cara deformada provocándole. Iemon agarró entonces su espada y atacó al fantasma. Justo entonces, la ilusión terminó, e Iemon vio que no era Oiwa lo había herido, sino Oume.
- Otsuyu, por su parte, era una joven obsesionada con el samurái Ogiwara Shinojo a quien nunca pudo amar en vida. Por ello, anhelando el amor, se le permite cruzar desde el Anoyo (más allá) hasta el Konoyo (mundo de los vivos) y permanecer allí hasta conseguir un amante.
- Okiku, finalmente, es el fantasma del pozo en el que se inspira la película Ringu. Esta mujer, que era sirvienta, se condena a sí misma a recuperar durante la eternidad un valioso plato de cerámica perdido. Su responsabilidad autoimpuesta de salir de las profundidades de un pozo y vagar como yūrei hasta completar su trabajo convierten a Okiku en la quintaesencia de los kaidan japoneses.
3. Yūrei en la literatura y el arte
Los Yūrei aparecen en numerosas obras de la literatura, el teatro Kabuki (para clases populares) y las artes plásticas como fuente de inspiración para los artistas.
A continuación, citaremos algunas de las más clásicas:
El Kojiki, el libro que recoge las crónicas y sucesos de la historia de Japón, alberga ya el primer rastro de yūrei (no propiamente dicho) con la diosa Izanami, la deidad femenina que gobierna la Tierra de Yomi, el mundo de los muertos.
También lo hace la obra de cabecera de la literatura japonesa, el Genji Monogatari de Murasaki Shikibu, escrita en época Heian, donde Rokujo, amante del príncipe Genji, decide descargar su ira y sus celos contra él. La ira de Rokujo es tan grande, que permite insólitamente usar el poder de su reikon o alma para vengarse del desleal príncipe.
La historia de Genji se ha representado en obras del teatro noh como en «Aoi no Ue«. En las artes plásticas, las representaciones en libros ilustrados y estampas de Ukiyo-e son numerosas: el Fantasma de Shibata Zeshin inspirado en el de Okyo, Kimi encuentra la paz de Evelyn Paul, el Fantasma de Kohada Koheiji de Katsushika Hokusai o el Fantasma que se aparece a un guerrero de Utagawa Kunisada.
4. Sintoísmo y budismo
El Sintoísmo, una de las religiones más importantes profesadas en Japón, no ha desarrollado una gran teoría en torno a la muerte, sino que es un fenómeno más bien ambiguo.
El alma de una persona fallecida no va ni al cielo ni al infierno cristianos, sino que se queda en la misteriosa Tierra de Yomi, una especie de inframundo neblinoso del que no se puede regresar y por el cual se vaga eternamente.
Los yūrei, por sus necesidades vengativas o amorosas, no pueden acceder a esta dimensión, sino que se quedan atrapados en un estado intermedio hasta cumplir su propósito. Visten arquetípicamente de blanco, porque el blanco para el Sintoísmo es el color de la purificación, y no hay momento más importante para purificarse que cuando uno muere.
En el caso del budismo, los yūrei tienen negado el acceso al Jōdo, la Tierra Pura. Esta negación se puede dar por la más mínima casualidad, al tener un pensamiento justo antes de morir que nos ate al Konoyo y nos impida entrar en el samsara, el ciclo de las reencarnaciones.
5. Morir de odio o de amor
Como hemos visto, uno llega a convertirse en un yūrei fundamentalmente por dos motivos: al morir de odio o al morir de amor, ya que son los dos sentimientos más poderosos que existen.
Las mujeres, por sus intensos estados emocionales, se consideran las protagonistas perfectas de estas historias. Estas se transforman en yūrei a través del maltrato, el suicidio, la humillación, la deslealtad, la pérdida de un hijo o el arrebatamiento de un amor. Incluso por no haber realizado correctamente un ceremonial funerario.
Según su motivación, se clasifican como: Onryo (yūrei que buscan venganza por un mal hecho en vida) Ubume (yūrei de una mujer que muere en el parto) Goryo (yūrei de aristócratas martirizados) Funa-yurei (yūreide fallecidos en el mar) Zashiki Warashi (yūrei de niños fallecidos, calificados como «juguetones» o «pícaros» aunque no son concebidos como peligrosos).
6. El festival del O-Bon
Los yūrei poseen su propia fiesta, el festival del O-Bon (entre julio y agosto) que se realiza como una fiesta en honor a los muertos.
Se traduce como «Festival de los Muertos» o «Festival de la Lámpara» ya que es habitual decorar el paisaje con miles de farolillos (chōchin) encendidos para dar la bienvenida a las almas. La festividad tiene un origen budista y aunque se parece a la festividad de Halloween, la finalidad del O-bon no es protegerse de los espíritus, sino acogerles con los brazos abiertos.
A consecuencia, se realizan tres ritos marcados: el Tōrō nagashi (ceremonia de los farolillos en el río) el Bon Odori (festival de danza) y el Gozan no Okuribi (festival de las hogueras o la despedida de fuego para que los yūrei regresen al Anoyo).
El verano es el momento donde tienen lugar la mayoría de historias de terror, cuando se separa la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos y regresan los espíritus. Junto a los ritos mencionados, los japoneses rinden culto limpiando las tumbas y preparando ofrendas para mostrar respeto.
7. Los yūrei en la actualidad
Los yūrei han sobrevivido casi intactos hasta la actualidad, sobre todo a través de las películas de J-horror, largometrajes con gran éxito internacional por su terror marcadamente sutil y psicológico, a diferencia de las películas occidentales.
Asimismo, los yūrei aparecen en otros formatos como en los videojuegos, los cómics manga y sus adaptaciones a la animación.
Estos fantasmas modernos conservan uno de sus rasgos más característicos: el largo cabello negro que a veces posee cualidades sobrenaturales, como la capacidad de convertirse en serpientes, al estilo de la Medusa grecolatina. Ringu , Ju-on, Shutter y Dark Water son un claro ejemplo de ello, donde operan las maldiciones bajo estrictas reglas que hay que respetar si uno no quiere sufrir la venganza de los yūrei. Por no olvidar la extraña entidad que aparece en la obra maestra del terror del mangaka Junji Ito, Tomie, quien comparte ciertas cualidades estéticas con estas entidades, además de regresar una y otra vez de la muerte, aunque su poder va mucho mas allá.
-0 Comentario-