Sintoísmo: La vía de los Kami. Parte I
Muchas veces, el sintoísmo se relaciona con la religión nacional de Japón. Pero esta tan solo se trata de una de las tipologías de Sintoísmo existentes.
El concepto de Religión y Shinto en Japón
Cuando hablamos del concepto de religión en Japón, es importante no establecer analogías con el concepto de religión occidental, sino intentar comprenderlo desde su alteridad.
Los japoneses no tuvieron la necesidad de establecer un concepto de religión hasta el siglo XIX, cuando los extranjeros arribados en las costas japonesas introdujeron el neologismo «shukyo» para tratar de teorizar sobre las prácticas espirituales que observaban en los nativos.
En cambio, para los japoneses, es más sencillo referirse a su espiritualidad tradicional como «Shinto». Es un término que surge en el silgo XIII para diferenciar las prácticas ancestrales endógenas de la irrupción del budismo y el confucionismo en el archipiélago.
De origen chino, shinto está conformado por shin (kami) y do/to (camino) que vendría a significar “el camino de los Kami” frente al budo como “la vía del Buddha” y el confucionismo “la doctrina de Confucio”.
El origen histórico del pueblo japonés
El origen del pueblo japonés es indefinido. Los hallazgos arqueológicos sugieren la posibilidad de que poblaciones de diferentes territorios asiáticos se mezclasen en su momento:
Los Ainu (del norte y este caucásico) los malayos (del sudeste y el Pacífico) y dos tribus de mongoles que se asentaron en la provincia de Yamato e Izumo (Summa Artis: 1993).
Es en las costas de la provincia de Izumo donde, siglos más tarde, irrumpieron poblaciones venidas de Corea, con un alto refinamiento cultural de origen chino.
Allí pues, en Izumo, el grupo más culturalmente avanzado (mezcla de gentes autóctonas y extranjeras) fue desarrollando pequeños reinos hasta conformar el origen del actual Imperio Japonés.
El sintoísmo nacionalista
Con la pretensión de buscar el origen de la “raza” japonesa, muchos han intentado reconstruir la historia de una nación a partir de las hipótesis sustentadas en los textos literarios más antiguos: el Kojiki (Crónicas de antiguos hechos de Japón) y el Shoku Nihongi.
Constituyen dos de los volúmenes más importantes del Rikkokushi, el compendio de narraciones históricas y mitológicas del origen del Japón hasta el siglo IX d.C.
El volumen con más contenido mitológico, el Kojiki, comienza con una gran teogonía sintoísta: Izanami e Izanagi, dioses primordiales, crean las islas de Japón para gobernarlas desde la Alta Planicie Celestial.
Allí nace el primer emperador oficial del imperio japonés, Jimmu-Tenno (660 a.C) al que también se le puede considerar el primer emperador “terrestre”. Aunque no existe evidencia histórica de este episodio, Jimmu-Tenno es recogido en las crónicas como el descendiente directo de los dioses, sentando así el precedente mítico al que aspiraba el nacionalismo japonés.
Por consiguiente, con la configuración de los estados modernos en el que se incluye Japón, el emperador se convirtió en un elemento esencial; la piedra angular de la nación japonesa y uno de sus kami más honorables.
Los kami, entidades fundamentales del Sintoísmo
Un kami es, a grandes rasgos, un espíritu venerable.
Así mismo, todo ser humano es, desde su nacimiento, un kami en potencia. Que llegue a ser considerado como tal depende de su capacidad para realizar grandes hazañas en vida, y de estar dotado de una cualidad muy citada en la Historia de la Religión: lo numinoso.
Lo numinoso es, según el teólogo alemán Rudolf Otto:
Como vemos, lo numinoso de Otto es una definición que concuerda bien con la veneración que suscitan los kami, que también son los dioses que conforman el panteón sintoísta.
Naturalmente, el emperador Jimmu Tenno fue considerado un kami, junto a todo su linaje, y existe una gran polémica en si el emperador actual, Naruhito, sigue siendo considerado como tal, ya que se trata de una figura muy querida y admirada por los japoneses.
Igualmente, la naturaleza está repleta de estos kami, ya que cualquier forma de vida en potencia puede serlo (concepción animista del mundo) si presenta las cualidades apropiadas: una montaña imponente (volcán Fuji), unas rocas (las rocas casadas de Futami) o un árbol singular.
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