Orígenes e historia del Corpus Christi
El origen del Corpus Christi dentro de la liturgia cristiana es incierto. Para comprenderlo en toda su profundidad, debemos hacer un análisis histórico que se remonta al siglo XIII, cuando se comenzó a expandir por distintas esferas del ámbito cristiano la idea de que Jesús no tenía realmente «presencia» en la Sagrada Forma.
El dogma de transubstanciación
Los católicos creen en el dogma de transubstanación, una fe que afirma que, durante el sacramento de la consagración, la hostia se hace la carne de Cristo y el vino, la Sangre de Cristo.
Durante la Edad Media, concretamente a partir del siglo XIII, algunos sectores de la Iglesia empezaron a ver una amenaza en la pérdida de fe de este sacramento. Por ello, los papas Urbano IV y Clemente V instauraron como sacramento principal la celebración del Corpus Christi el primer jueves de Pentecostés.
Plan de instauración nacional
En Andalucía arraigó a partir de su celebración en Sevilla en 1282. Granada fue una de las últimas ciudades en las que se instaló debido a la presencia de musulmanes y moriscos que perduraron hasta bien entrado el siglo XIX.
Esto no significa que el Corpus Christi se estableciera de forma débil o diferente a otras ciudades cristianas. Más bien, todo lo contrario, pues el objetivo de la Iglesia era la conversión de la mayor parte de dicha población originaria.
Un acontecimiento que acrecentó este renacer cristiano fue la aparición de los restos martirizados de San Cecilio. Así, la reina Isabel la Católica y Fray Hernando de Talavera decidieron que el Corpus se convirtiera en la fiesta mayor de Granada, como distintivo religioso y político.
La fiesta ha de ser tal y tan grande la alegría que parezcáis locos
– Isabel La Católica
La teatralidad granadina
La primera referencia que encontramos de la procesión del Corpus Christi en Granada se sitúa en 1501. Una de las características que mantiene hoy en día es la pompa y vistosidad de su recorrido, pues las calles se engalanan con tapices, alfombras, sedas o terciopelos.
Lo que se priorizó fue la teatralidad de los actos bajo un sistema doctrinario destinado a la sociedad para concebir en su interior lo que se esperaba de ellos como cristianos. Normalmente estos actos eran acompañados de bailes y autos sacramentales en los que participaban músicos y bailarines.
También se incluían grandes lienzos de artistas locales, desde Alonso Cano hasta Atanasio Bocanegra. Estos altares se situaban en la Plaza Bibrambla, delante del cual pasaban todos los oficios para hacerle una reverencia, ubicación que desde hacía siglos se utilizó como lugar de celebración de autos sacramentales o para los mercados.
Decadencia decimonónica
A partir del siglo XIX, concretamente desde 1830, el Corpus Christi sufrió un ligero decaimiento por falta de presupuesto.
Muchas de las grandes obras de arte efímeras se redujeron en tamaño y suntuosidad, y en su lugar fueron apareciendo otras más pequeñas o escultóricas.
Dentro de estas últimas situaríamos la figura de la Tarasca: monstruo con aspecto de dragón/serpiente que lleva en su lomo a una mujer que simboliza la ciudad de Granada. La dama aparece envestida en elegantes galas.
El dragón sobre el que va montada tiene una lectura ambivalente: en el caso del cristianismo, su maleficencia se explica por la función apotropaica de esta figura.
Existieron otros motivos pictóricos como las Carocas, pequeñas composiciones lúdico-irónicas en forma de poemas satíricos hacia los gobiernos . La mayor producción de su obra se centra en la década de los años 20, momentos previos a la suspensión de estas creaciones durante la Guerra Civil. Durante ese vacío artístico y documental, tuvo lugar un cambio en la concepción de sus temas, estilo y técnica.
A partir de ese momento, las carocas, que tenían una vida efímera, comenzaron a catalogarse, aumentando su valor histórico, social y artístico. Esto dio lugar al “género caroquero”, que tan difíciles momentos había sufrido anteriormente y que ahora se ensalzan como una forma de expresión propia con imágenes icónico-verbales.
Costumbrismo y laicismo
El costumbrismo en Granada fue tomando cada vez un papel protagonista frente al origen puramente devoto.
Suponía todo un espectáculo público en el que diablillos, danzarines, gigantes y la propia tarasca desfilaban junto a la Custodia.
Dentro de esta gran procesión también tenían cabida algunos elementos laicos, como enanos, gigantes y diablos, equivalentes a lo que hoy serían los cabezudos, que solían portar unas leyendas explicativas sobre su tapujo, incluyendo a veces cancioncillas populares.
En ocasiones, el desfile concluía en el paseo del Violón, donde se estableció la Feria Real. Esta zona se convertía en un lugar de reunión de las altas clases desde la construcción de elementos que elevaban la categoría a este margen del río Genil: fuentes, jardines, etc.
En ocasiones, el desfile concluía en el paseo del Violón, donde se estableció la Feria Real. Esta zona se convertía en un lugar de reunión de las altas clases desde la construcción de elementos que elevaban la categoría a este margen del río Genil: fuentes, jardines, etc.
La distinción burguesa y aristocrática se ven claramente en ciertos carteles anunciadores a través de señoritas ataviadas con elegantes mantones y recogidos modernistas.
Además, desde el siglo XVI hasta nuestros días, se ha creado todo un compendio literario y artístico alrededor de esta festividad que se ha reflejado en numerosas publicaciones, tales como periódicos locales, revistas culturales o exposiciones de Bellas Artes.
Conclusiones
En definitiva, aunque algunas imágenes muestren un Corpus refinado, hoy en día se sigue celebrando, siguiendo las costumbres de antaño, como su recorrido, que ha pervivido hasta la actualidad.
Dado que coincide con el inicio de la estación floral, se le ha denominado también como Fiesta de la Primavera, en la que se relaciona con la simbología de la regeneración de la tierra como cuerpo de Cristo.
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