Entendiendo Berlín: entre guerras y startups (Parte II)
La capital de la libertad
Berlín celebró en 2019 el 30º aniversario de la caída del Muro, el hito que representa en la memoria colectiva la Reunificación del país. 1989 es también el momento en que se sitúa el inicio de una nueva etapa para esta gran ciudad centroeuropea, que acababa de recuperar la capitalidad alemana después de un largo paréntesis. Esto se entiende mejor con un par de ejemplos que lo ilustren:
El distrito de Prenzlauer Berg, que había sufrido menos que otras zonas los efectos de la contienda, se hallaba seriamente deteriorado tras los cuarenta años de existencia de la RDA.
A principios de los 90, sus calles vivieron un renacimiento de la mano de pequeños comerciantes y empresarios. Tiendas de arte y moda y coquetos restaurantes comenzaron a abrirse rápidamente en la multitud de locales vacíos disponibles. Esto atrajo enseguida más población joven e inversiones, revitalizando una zona de la ciudad donde, apenas unos años antes, los edificios se caían literalmente a pedazos.
El segundo ejemplo es el que atañe a la archiconocida cultura underground de Berlín, profundamente ligada a la música techno y a la exaltación de la libertad. La gran cantidad de edificios residenciales e industriales abandonados que se repartían por toda la ciudad, el rápido crecimiento de la población internacional, los caóticos cambios provocados por la reunificación y la posibilidad de ‘vivir la historia en directo’ atrajeron a artistas heterodoxos, punks, okupas y anarquistas de todo el continente.
Estas circunstancias singulares propiciaron el florecimiento de cooperativas de artistas, galerías y clubes nocturnos en fábricas semiderruidas y locales desocupados en los distritos centrales. Se dieron usos del suelo urbano difícilmente imaginables en cualquier otra capital de Europa, así como una forma de entender la vida en la ciudad en la que las normas resultan poco más que estorbos innecesarios.
Cuna de unicornios
Zalando, N26, Hello Fresh, Babbel, GetYourGuide, Delivery Hero… La lista es interminable. En los últimos quince años, una gran cantidad de pequeñas compañías tecnológicas han sido fundadas en Berlín, y algunas de ellas se están convirtiendo en verdaderos gigantes.
En el contexto empresarial de las startups se las conoce como «unicornios», con una valoración de más de 1000 millones de dólares. Soluciones digitales, plataformas de comercio electrónico, neobancos, aplicaciones de reparto de comida a domicilio y todo tipo de servicios en la nube.
Todo tiene cabida en un ecosistema cambiante en el que las jóvenes empresas se benefician de la abundancia de profesionales extranjeros que recalan en la ciudad atraídos por el dinamismo de su mercado laboral, su carácter internacional y abierto, y una oferta cultural y de ocio casi inagotable.
La capital alemana capeó la crisis de 2008 mejor que el resto del país y, atendiendo a datos de Eurostat, ha crecido desde entonces a un ritmo mayor que la media nacional. Según la cámara de comercio local, Berlín fue la segunda urbe de Alemania en la que más creció el producto interior bruto entre 2013 y 2014, tan solo una muestra puntual de una tendencia estable.
Con los jóvenes programadores, especialistas en marketing y universitarios de todo el mundo hambrientos de retos profesionales, han llegado también la demanda de nuevos espacios de vivienda y oficinas, y la consecuente subida generalizada del precio de los alquileres. Por supuesto, el paisaje urbano no ha permanecido ajeno a estos cambios.
De las discotecas underground a los espacios de co-working
La ciudad está sumida en un frenesí constructivo que es especialmente visible en los distritos más céntricos del antiguo sector oriental. Allí donde aún quedan muchos solares vacíos y espacios semiabandonados a escasa distancia de las sedes de los fulgurantes unicornios berlineses.
Quien haya paseado hace apenas cinco años por la ribera del Spree para contemplar la East Side Gallery apenas reconocerá las calles adyacentes en la actualidad. Los nuevos edificios de oficinas se combinan con hoteles y lujosos bloques de apartamentos en un paisaje que cambia mes a mes a la sombra de las grúas torre.
Tanto los espacios colectivistas de ocio y creación como las discotecas underground que salpican el extremo meridional del barrio de Friedrichshain parecen estar más fuera de lugar cada día, convertidos en poco más que atracciones turísticas para rememorar un Berlín que fue y ya no es.
A pocos metros de las estructuras destartaladas de madera y chapa de espacios icónicos como YAAM, los edificios de oficinas con impolutas paredes de cristal y ángulos rectos heredados de la Bauhaus generan un contraste que no pasa desapercibido en una ciudad donde los contrastes son el pan de cada día.
No lejos de allí, Berghain, uno de los clubes de techno más famosos de Europa, se ha reconvertido en galería de arte tras el cierre impuesto por la pandemia. El solar salpicado de pilares de hormigón que se extendía junto al enorme edificio industrial que alberga el club es desde 2020 un parque con arbolitos y hierba recortada en el que niños y perros se divierten los fines de semana.
A la espera de los efectos que el Mietendeckel tenga en el mercado inmobiliario de la ciudad, en el Berlín actual es difícil escapar de la sensación de estar asistiendo a un inevitable cambio de era.
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