Sintoísmo: la vía de los kami Parte II
En la primera aroximación al sintoísmo, abordamos el sintoísmo nacionalista, su literatura y las entidades que los japoneses conocen como «kamis». Ahora, en “Sintoísmo: la vía de los kami Parte II” ahondaremos en las características espirituales del sintoísmo con una perspectiva más filosófica.
La experiencia espiritual japonesa
La espiritualidad japonesa, lejos de ser una vivencia aislada y privada, atraviesa todos los estratos sociales e inunda cualquier situación cotidiana.
En “Lo sagrado y lo profano” Mircea Eliade parte de una división dicotómica muy clara: el ámbito de lo profano y el ámbito de lo sagrado pertenecen a universos distintos. El ser humano accede y conoce lo sagrado porque éste se manifiesta a través de una hierofanía. Lo sagrado se muestra a las personas.
Esta idea, se aplica al desarrollo de la espiritualidad japonesa y las creencias supersticiosas que estos profesan a diario. Una de las claves de la cultura japonesa es que los nipones aceptan sin reservas lo ininteligible en su carácter incognoscible. Esto quiere decir que las sensaciones de misterio y las ideas sobre la trascendencia, los japoneses las aceptan de forma natural como una verdad.
En Japón no se recurre a la razón o la lógica para dar explicación a los fenómenos extraordinarios que acontecen en el seno de la vida cotidiana. Desde el punto de vista cultural, en Asia no se ha desarrollado una gran filosofía racionalista que teorice sobre lo espiritual como algo ajeno a la verdad.
Una modalidad propia
En un mundo en el que lo sobrenatural no necesita ser explicado, sino que se inserta y pervive en la tradición cultural, lo religioso se convierte en una forma de ver la vida. Una filosofía sin filosofar. Una religión sin institucionalizar, con una modalidad propia.
No cumple con pautas preestablecidas ni con doctrinas. El sintoísmo carece de un libro de revelación. Tampoco hay escrituras sagradas, porque el sintoísmo es básicamente, una actitud vital en la que subyace una cierta creencia animista.
Esta actitud se concreta en el rito o práctica espiritual, que difieren bastante de las grandes manifestaciones emocionales de occidente, ya que están marcados por la solemnidad.
La sociedad se construye sobre los sentimientos provenientes del corazón (kokoro) son el factor primario. Dichos sentimientos deben permanecer sin mácula, honestos y puros (makoto no kokoro) para que el equilibrio entre el ser humano, la naturaleza y los kami perdure.
Para cumplir con este objetivo, es necesario conectar a través de los ritos hasta que la experiencia religiosa y la práctica espiritual se desdibujan en una misma realidad. Recordemos que no hay religión sin ritos reguladores, que a su vez son la expresión del contenido de los mitos.
La praxis sintoísta
En palabras del filósofo Kasulis, los ritos sintoístas no necesitan de un gran telón de fondo trascendental como el cristianismo. Aunque las prácticas sintoístas sí son místicas, no nos acercan a una divinidad en concreto, sino que simplemente nos elevan el espíritu.
Una persona no es espiritual porque practica ciertos ritos; uno practica ciertos ritos porque es espiritual. De esta manera, la persona simplemente reafirma su estado espiritual interno, más que forjarlo. De ahí, una vez más, la falta del concepto “Religión”, ya que el culto no liga el espíritu hacia lo externo ni necesita depositar la esperanza en un ser superior.
El sintoísmo, por tanto, es una demostración de la naturaleza espiritual del ser humano, que vive inmerso en tama (una potencia espiritual vigorizante) que le hace rendir culto a los kami, pero que también convierte a cada individuo potencialmente en uno.
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