La femme fatale en la pintura del XIX
La femme fatale es un término con el que se designa a un tipo de mujer que surgió en la esfera literaria en la segunda mitad del siglo XIX.
Con unos rasgos físicos y psicológicos muy concretos, el arquetipo de femme fatale se acaba consolidando a posteriori en las artes plásticas, ofreciendo una imagen distorsionada y artificiosa de un tipo de mujer que anida especialmente en la imaginación masculina.
Características de la femme fatale
En Las Hijas de Lilith de Erika Bornay se ofrece al lector una perfilación de la estética de la femme fatale. Se la describe como una mujer que encarna todas las voluptuosidades y vicios de este mundo, de cabello generalmente rojizo, largo y abundante, con la piel clara y los ojos verdosos. Una apariencia demoníaca, según el crítico Cirlot.
Su belleza es una belleza turbia, contaminada, perversa
Su físico actúa como un reflejo de una psique no menos diabólica. Destaca por su incitación al mal, la frialdad, el desdén y la capacidad de dominio, sin dejar de ser una criatura fuertemente lujuriosa y seductora:
El vaho que ella exhalaba, como el de una bestia en celo, se había ido extendiendo cada vez más hasta llenar la sala
En 1889, Ramón del Valle-Inclán hace uso del término de la femme fatale para referirse a ese tipo de mujeres que “son desastres de los cuales quedan siempre vestigios en el cuerpo y en el alma. Hay hombres que matan por ellas; otros se extravían”.
La vampira
Aunque el arquetipo de femme fatale se perfilase en el abyecto imaginario decimonónico, lo cierto es que su existencia se remonta al génesis de la creación mítica y de la propia historia de la humanidad.
La primera vampira, a la que llamamos Lilith (Lilitu en sumerio, espíritu del viento) aparece tempranamente en la mitología mesopotámica. Concretamente, en el poema acadio de la epopeya de Gilgamesh que reinterpreta el texto sumerio (tabla XII):
Erase una vez un árbol, un huluppu (…) el árbol crecía, pero su tronco no producía follaje, (porque) en sus raíces la serpiente que no conoce hechizo había puesto su nido (…) en su interior la joven Lilitu había construido su casa
Los judíos que habitaban en Babilonia trasladaron a su tierra la creencia en Lilu, un espíritu oscuro que se consolida en la literatura hebrea como Lilith, la primera e irreverente esposa de Adán:
¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual
Lilith, iracunda, huye entonces del lado de Adán y escapa del Edén. Se instala en las orillas del mar Rojo, hogar de muchos demonios, y, entregada a los placeres carnales, da a luz a una estirpe de súcubos femeninos: los Lilim.
La vampira es, por tanto, esa primera Lilith que persiste en el imaginario colectivo. Una mujer sádica como Lucrecia Borgia, Proserpina, Faustina o Salomé, a la que se le van añadiendo adornos estéticos y morales hasta convertirla en un ser de belleza disoluta, imperiosa y letal.
J.K. Huysmans definía en su novela A Rebours (1884), a través de su protagonista, El Duque Des Esseintes, a la Salomé sobrehumana y extraña que pintó Gustave Moreau como: “una danzarina depravada, asesina de refinada grandeza”. Y es que, para él y otros escritores como Baudelaire: “La belleza de la mujer suele tener un valor de destrucción de procedencia plutónica”.
Las Venus precursoras
Antes de proceder con la selección de imágenes, habría que identificar los antecedentes plásticos de la femme fatale en el prototipo de Venus:
Venus, en Roma, o Afrodita, en Grecia, es la diosa grecorromana del amor, la belleza y la fertilidad. Nace del semen (convertido en espuma) de su padre Urano, el cielo, cuyos testículos fueron arrancados y vertidos al mar.
Sus hermanas, que nacieron de las gotas de sangre vertidas de los genitales paternos, dieron lugar al nacimiento de las Erinias griegas o Furias romanas, personificaciones femeninas de la venganza.
Ha sido una de las figuras mitológicas más representadas en la Historia del arte, generalmente con un erotismo pasivo y una belleza platónica.
Las Venus casi siempre aguardan en una pose pudorosa y en actitud inhibida la iniciativa del hombre, ya que todos los dioses del Olimpo compiten fervientemente por desposarla.
Pero quien realmente produce un punto de referencia iconográfico para la femme fatale es Henry Fuseli en su óleo Titania acariciando a Botton (1780-1790) de donde emergen de un fondo oscuro una serie de personajes, entre ellos, una joven de mirada malevolente que perturba al espectador (imagen de la portada, Tate Museum).
Lady Lilith
Como ídolo de la perversidad, la femme fatale del prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) personifica una “belleza de la carne” e contraposición con una “belleza del espíritu” de la inocente y virginal Ecce Ancilla Domini (1850). Ambas categorías fueron representados en sonetos compuestos por el mismo pintor.
He aquí un ejemplo del Soneto de la Belleza de la Carne (LXXVIII) dedicado a Lilith:
Se cuenta de la primera mujer de Adán, Lilith,
(la hechicera a quien amó antes de recibir el regalo de Eva)que su lengua engañaba antes que la de la serpiente
y su pelo embrujado fue el oro primigenio.
Inmóvil permanece; joven, mientras el mundo se hace viejo;
y, delicadamente contemplativa de sí misma,
hace que los hombres contemplen la red brillante que teje,
hasta que corazón y cuerpo y vida en ella quedan presos
Aquí, Lady Lilith es representada de forma icónica, con su larga cabellera rojiza y una mirada cargada de desdén y vanidad. A su lado, el pintor ha colocado una amapola que simboliza el sueño o el olvido, apuntando a la lánguida naturaleza de la mujer.
La esfinge de Moreau
Gustave Moureau (1826-1898) pintor perteneciente al movimiento simbolista se dedicó gran parte de su vida a crear fantasías pictóricas basadas en la mitología antigua y los pasajes bíblicos.
La Salomé de Moreau revela la creencia del pintor en la existencia de un mal consustancial al poder de la mujer, presente asimismo en su Edipo y la Esfinge. En esta obra, la esfinge, ataviada ricamente y en actitud provocativa, intenta subyugar a Edipo con la mirada mientras lo empuja y retiene con las zarpas clavadas en su muslo.
Moureau, inspirado en un poema de Heinrich Heine, traslada un tema tan actual como la guerra de sexos en una escena donde subyace el erotismo y, sutilmente, el sadomasoquismo:
Frente a la puerta había una esfinge (…) una hermosa mujer, su sabia mirada habla de salvajes placeres; los mudos labios se curvan en una sonrisa sosegada de confianza (…) y por fin, voluptuosamente, me abrazó, destrozando mi pobre cuerpo con sus leoninas garras (…) ¡dulce tormento y delicioso dolor! ¡placer y sufrimiento inconmensurable!
La huella de la femme fatale es tan indeleble que ha perdurado hasta la actualidad reconvertida en un objeto de deseo irresistible de los anuncios publicitarios.
Imágenes de femme fatale en la historia del arte
A continuación, exponemos algunas imágenes de la femme fatale en la Historia del Arte, incidiendo en la pintura del siglo XIX. Se incluyen ejemplos del siglo XX para ver su continuidad:
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