Historia de la moda y feminismo (II)
En esta segunda parte del articulo «Historia de la moda y feminismo» estudiaremos los diferentes momentos en la moda de las mujeres en relación a los cambios provocados por la segunda ola del feminismo en los 60’ hasta la actualidad.
The bra burners: la quema de sujetadores y las fake news
Pese a que el sujetador llegó a significar la liberación de la mujer del opresivo corsé, poco a poco, este también se transformó en un símbolo de opresión de la mujer.
Sin embargo, un 7 de septiembre de 1968, el colectivo feminista recurrió a la imagen del sujetador con una finalidad distinta con el leitmotiv de luchar contra los estereotipos sexistas del famoso concurso de Miss América: «luchamos contra la cosificación de las mujeres, quienes hemos sido tratadas como trozos de carne y objetos sexuales«— comentaba durante la protesta la activista Alix Katy Shuman, remarcando asimismo el racismo latente del concurso.
En dicho evento, el colectivo de hasta 400 mujeres colocó además un “freedom trash can” donde las manifestantes podían arrojar lo que consideraban “instrumentos de tortura”, muchos de ellos relacionados con la moda. Más tarde, pidieron permiso a las autoridades para quemar el cubo con todas las piezas reunidas, pero la petición fue denegada. Aunque la quema de ropa no se produjo, el Washington Post publicó un artículo hablando sobre esa “quema de sujetadores” que nunca sucedió. Esta fake new dio la vuelta al mundo, y es así como el acto de quemar sujetadores empezó a simbolizar la lucha feminista y la búsqueda de la libertad, paradójicamente.
Alexa Play Isy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polka Dot Bikini de Brian Hyland
El bikini se popularizó en la década de los 60’, pero estuvo precedido de una lucha por la liberación de la cosificación del cuerpo femenino.
En el siglo XX, la mujer accedía ya a diferentes actividades de ocio, entre ellas, los baños públicos en la playa, así que se creó una prenda, el mencionado bikini, para que se fuera modernizando, adaptando y mostrando cada vez más partes del cuerpo.
Sin embargo, antes de esta época, a finales del siglo XIX las mujeres tan solo podían mostrar los brazos y la cara al bañarse, y durante la década de los años 20′ del siglo siguiente algunas recibieron incluso varias multas por hacerlo. Con todo, la llegada del bikini en los 40′ se produjo de la mano del diseñador Louis Réard, quien ideó dicha prenda liberadora, eso sí, sin mostrar aún el ombligo, ya que este se consideraba todavía una parte censurable del cuerpo.
El bikini se transformó en 1946, cuando la parte de la braguita se redujo a raíz de los modelados de las strippers, las únicas que se atrevían a llevar un modelo tan escandaloso de dos piezas. De hecho, tal fue el impacto que hasta la Iglesia lo vetó por aquel entonces, y algunos países lo llegaron incluso a prohibir, incluyendo España.
Pese a este conflicto, en los 60’ y con el auge de la segunda ola del movimiento feminista, las mujeres empezaron a mostrar más su cuerpo y a tener más autonomía sobre él, así que se popularizó finalmente el bikini mientras que paralelamente apareció el concepto de «topless«.
Esta evolución se prolonga hasta la actualidad, donde contamos con una larga lista de moda de baño de diferentes formas y coberturas: el bañador, el trikini, bikini, el tanga, el burkini, etc., e incluso la ausencia total de ropa de baño en espacios nudistas para ambos sexos.
¡Con minifaldas y a lo loco!
Los años 60’ se caracterizaron por la liberación de la mujer, la revolución sexual y la
aprobación de la píldora anticonceptiva, que proporcionó una autonomía sin precedentes a la mujer sobre su cuerpo y salud reproductiva, así como por la lucha contra la discriminación social.
En cuanto a la moda, en esta década se consolidó la moda juvenil, que se llevaba desarrollando durante algunas décadas anteriores. Esto es, que anteriormente la moda estaba dirigida a niños o adultos, pero no había término medio.
Pero en los 60’ asistimos a un cambio de paradigma. Los jóvenes empezaron a crear su espacio en la sociedad; sus ingresos aumentaron y pudieron invertir en cultura, fiestas, música, nuevas actividades de ocio, y moda. Las tiendas y los diseñadores empezaron a explorar este nuevo mercado y a crear ropa para un público joven que buscaba expresarse de otra forma mucho más individualizada.
Una de las prendas más icónicas de estos momentos fue la minifalda. Diseñada por la modista inglesa Mary Quant, causó un enorme furor y se puso rápidamente de moda de forma masiva. La minifalda, como su propio nombre indica, era extremadamente corta; de hecho, en 1965 llegó a medir tan solo 35 cm de largo.
El largo de la falda siempre ha sido una forma muy efectiva de medir el estado de la libertad de la mujer en la sociedad. La minifalda de Quant representó a la perfección la situación y los intereses de las jóvenes de la década. Fue todo un símbolo de la nueva actitud de las muchachas, que decidían cómo querían ser y que querían hacer con su cuerpo.
La genialidad de la androginia
Aunque la androginia y el llamado cross-dressing son muy antiguos, quiero mencionar a un par de personas que popularizaron ese juego del género en el siglo XX.
Primero, tenemos que hablar de Marlene Dietrich, una actriz con una extensa carrera y un estilo muy reconocible. Solía llevar smoking y ropa masculina, y fue ella quien le dio el pistoletazo de salida a Yves Saint Lauren, quien, en los 60’ creó el traje para la mujer. Este hecho nos igualó aún más frente a los hombres, rechazando así la idea de que la ropa formal de mujer tenía que ser naturalmente más femenina.
También destaca la legendaria Grace Jones, cuya música jugó con la androginia, los límites de la moda y danzó sobre la intersección de ropa de mujer y ropa de hombre. Grace Jones fue abiertamente feminista, una feminista negra en los 80’ en una América post-segregada. Su estética se caracteriza por los trajes masculinos angulosos, el pelo corto y una imagen global andrógina. Fue pionera en experimentar con la diversidad de formas de ser mujer, todas igual de válidas.
De la mano de la androginia existe otro concepto muy interesante: el Power Dressing. Nació cuando la mujer empezó a conseguir posiciones más poderosas en el ámbito laboral. Dichas mujeres llevaron trajes, faldas con chaqueta, hombreras y un look «marcadamente masculino». Eso sí, con la pretensión no de imitar la moda masculina, sino de darle a la mujer un look poderoso y profesional.
La moda en la actualidad
Hoy en día ya hemos normalizado los pantalones. Hemos visto a la mujer con esmoquin infinidad de veces, el bikini y la minifalda ya no son prendas escandalosas. El sujetador, por su lado, está perdiendo su estatus de prenda imprescindible para la mujer. Parece que la moda ya no va a cambiar o evolucionar por y para el feminismo ¿no?
Pues no. Esto no es así. Existe un tema bastante controvertido que ha llevado a un debate sin resolución entre nosotras: las camisetas con mensajes feministas. Dicho debate nos conduce a tres problemáticas concretas, así que aprovecho la ocasión para dar abiertamente mi opinión:
Problematizando la moda
Por un lado, está la cuestión de la comercialización de una causa. Llevar una
camiseta que ponga “We should all be feminist” o “Sororidad” no está mal, mientras no sea una simple moda pasajera y que este concepto no sea aplicado a todas las esferas de tu vida, o que quien se lucre sea una empresa con una falsa lucha por la igualdad.
Por otro lado, está el proceso por el cual estas camisetas han pasado en el momento de su confección. Hay muchas marcas que han creado piezas feministas de forma ética, pero muchas otras de “fast fashion” -desgraciadamente la gran mayoría- cuyas estampas de tela que rezan “Female freedom” son fruto de la explotación de miles de mujeres e incluso niñas en condiciones de precariedad laboral.
Y, por último, está la cuestión de quién hace la moda. Porque, pese a que la moda está dirigida a un público mayoritariamente femenino, menos de un 20% de las firmas de moda están encabezadas por mujeres. Dicho de otra forma, el 80% de las personas que deciden qué vamos a llevar las mujeres son hombres. Eso no suena muy “Girl Power”, ¿verdad?.
También habría que hablar de la moda (positiva en este caso) relacionada con la menstruación, como las “Period Panties” y demás opciones de productos más sostenibles, y cuyos anuncios vemos en las redes sociales y hemos empezado a normalizar. Esto no solo normaliza un proceso completamente natural, por el que pasa la mitad de la población mundial y que ha sido y sigue siendo un tema tabú, sino que además también es una nueva herramienta para aquellos hombres que menstrúan, y que el uso de tampones o compresas tradicionales les
podían producir dismorfia corporal.
Conclusiones
Dicho esto, vale que existen cambios más positivos relacionados con el inicio de una mayor representación de la modelos, así como de la evolución de una moda más inclusiva y con más visibilidad de tallaje, pero aún queda mucho trabajo por hacer.
Es curioso que, de alguna, forma las sufragistas y feministas que nos preceden tuvieran tan clara su labor en la lucha feminista y su expresión a través de la indumentaria. Hoy, por nuestra parte, podemos seguir contribuyendo al movimiento recurriendo a la moda como una herramienta más de lucha que actúe a nuestro favor.
Porque ¿Hay algo más poderoso que usar aquello que nos oprime como forma de liberación?
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