Sexo y lujo en la pintura Rococó
Hay estilos realmente fascinantes en la Historia del Arte, y uno de ellos es el Rococó, caracterizado por un género pictórico muy concreto: la pintura galante.
¿Qué es el Rococó?
El Rococó es un estilo artístico surgido en 1720 y que se prolonga hasta 1760 aproximadamente. Su nombre es una mezcla entre “rocaille” (roca) y “coquille” (concha) y mientras que para algunos autores el Rococó corresponde a la fase más ornamental del Barroco, para otros se trata de un estilo propio, alegre, ligero y muy alejado del Barroco de corriente clasicista o del tenebrismo naturalista inaugurado por Caravaggio.
El Rococó se desarrolló principalmente en Europa, destacando en ciudades como Italia, Alemania o Inglaterra, pero donde más fue despuntó por su calidad fue sin duda alguna en Francia.
Allí, bajo la corte de Luis XV en Versalles, nació el género de la pintura galante, que comparte muchas de las características generales del Rococó.
Características de la pintura galante
La pintura galante francesa se define por colmar los gustos para la alta sociedad del momento, y fue especialmente promovido por una mujer imprescindible en esta época: Madame de Pompadour, amante de Luis XV y un icono de refinamiento y buen gusto artístico.
Se desarrolló no sólo dentro del centro social del momento, el Palacio de Versalles, sino también por todo París. Destaca especialmente por su artificio y la teatralidad de los gestos de los personajes representados. También por retratar la vida alegre y mundana de la aristocracia y la burguesía imperantes.
Bailes, fiestas, escenas campestres, romances pícaros, escenas de coqueteo… todo tenía cabida en la vida mundana hedonista que tenían estas gentes.
El erotismo y la desinhibición sexual es otra de sus mejores características: la pintura galante no solo representa el cortejo de hombres a mujeres, sino escenas altamente eróticas, incluso sexuales.
François Boucher: pintor del erotismo
Considerado un auténtico maestro de la pintura galante, François Boucher estuvo durante toda su trayectoria artística protegido por Madame de Pompadour.
Fue un pintor académico que representó imágenes altamente libertinas, inspirándose en autores de renombre, como su coetáneo Watteau o el mismísimo Rubens, pintor del barroco flamenco.
Entre sus temas abunda lo mitológico, lo pastoril y los desnudos femeninos, que en esta época empiezan a cobrar una popularidad creciente.
Dentro del primero, hay que poner en relieve a “Diana saliendo del baño”, donde aparece representada la diosa de la caza y la naturaleza virgen romana con su arco, sus flechas y una jauría de perros, uno de sus atributos iconográficos más recurrentes.
En la cabeza porta una media luna (la Artemisa griega también era diosa de la luna) y está acompañada por una hermosa ninfa de su cortejo.
Así, Boucher llegó a representar a mujeres como “La odalisca morena”. Las odaliscas fueron, en su origen, esclavas sexuales durante el Imperio Otomano y aprendices de concubinas que, con algo de suerte (según se mire) podían llegar a obtener el estatus de esposas del sultán.
La odalisca de Boucher representa a una concubina de Versalles que aguarda en una posición marcadamente explícita. El peso de la imagen recae en sus nalgas, ocupando el centro de la composición decorada con ricas telas y cojines. Todo en el cuadro resalta por los pliegues: el de las nalgas, el de las telas, la alfombra, la cortina… y la actitud de la prostituta es ambigua, algo molesta por la presencia de nuestra mirada voyeur, pero al mismo tiempo incitante.
Jean Honoré-Fragonard: cumbre del Rococó
El arte de Jean Honoré-Fragonard supone la cumbre del Rococó. Con un protagonismo preponderante de las figuras femeninas, Fragonard exaltó la felicidad y el jugueteo erótico como ningún otro.
Su obra clave es “El Columpio”, en cuyo centro aparece una mujer balanceándose mientras un joven sumergido en la espesura echa un vistazo al contenido de sus enaguas. En el margen izquierdo, una escultura de Cupido nos sugiere que la pícara escena en realidad alude al comienzo de un adulterio, algo bastante regular para una época decadente en la que el pecado era fuente de inspiración para las Bellas Artes.
Otra de sus obras más célebres es «La cerradura», donde vemos a una mujer en una actitud extraña: por un lado, podría parecer que, echando un rápido vistazo a la postura de su cuerpo, está «cayendo rendida» ante el apresamiento del hombre. Sin embargo, si nos fijamos más, también vemos que está tratando de zafarse de él con su brazo derecho, estirando el cuello y alejando la cabeza en la dirección contraria (lo que podría ser una muestra de sumisión, pero también de rechazo).
Con todo, los excesos de la fase Rococó bajo la “etiqueta Versalles” junto a la torpeza política del indolente Luis XV supusieron el caldo de cultivo perfecto para que se produjera finalmente la Revolución Francesa en 1789, donde las cabezas de la alta clase social francesa terminaron rodando por el suelo de París.
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