Santa Sofía, sede de la sabiduría
Desde julio de 2020, Santa Sofía de Constantinopla ha renacido como una mezquita más de Estambul. Para entender la trascendencia histórica de este hecho es imprescindible retrotraerse hasta sus orígenes, cuando Santa Sofía era la sede de la sabiduría y el centro del culto de la iglesia griega (ortodoxa) de oriente.
Orígenes
En el año 360 el emperador Constantino I, no preveía una construcción tan soberbia como la Santa Sofía que nosotros conocemos.
Mandó edificar una iglesia de madera a la que llamó Megale Ekklesia» (Gran Iglesia) cuyo tiempo de vida fue muy corto, ya que se quemó prontamente a causa de un incendio.
Sobre sus ruinas se alzó una iglesia más grande y resistente, de planta basilical, concebida por el arquitecto Rufinos bajo el mecenazgo del emperador Teodasios. Esta iglesia fue destruida a su vez por la insurrección popular de Nika (Victoria) en el 532.
Dicha rebelión, uno de los episodios más sangrientos de la historia del Imperio bizantino, dejó atrás 35 000 muertos y apenas una escalinata y unos frisos zoomorfos de ovejas entre los escombros.
Tras la sublevación, ahogada en sangre en el Hipódromo (actual plaza del Sultán Ahmet) y llamas por la ciudad, Justiniano recuperó su trono y ordenó construir una tercera iglesia en el mismo emplazamiento: la Iglesia de Santa Sofía o Hagia Sofía actual.
Justiniano dio un golpe maestro, pues para la empresa contrató a dos arquitectos originarios de Asia Menor: Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, quienes levantaron un edificio único y sin precedentes.
Centro místico de Estambul
Santa Sofía, del griego Άγια Σοφία (Hagia Sofía) es el lugar donde se aloja la «sagrada sabiduría»; en el volumen Constantinopla, la herencia histórica de Estambul de Stéphane Yerasimos, Santa Sofía se perfila como el centro místico de Estambul y esencia de la creación divina.
Esto se debió a que Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto elaboraron un edificio maestro dotado de una épica cúpula de 77m x 71m como seña de la ideología imperial. En el 553, tras un fuerte terremoto que derribó la cúpula, se decidió elevar su altura unos 5.6 m más.
La gigantesca cúpula, que simboliza la bóveda celeste, domina la geometría cuadrada de la planta basilical, que a su vez simboliza la Tierra.
El plano es esencialmente central, por lo que las concesiones de la planta basilical solo se muestran en la forma oblonga de la nave central.
Con tal disposición, es fácil entender por qué Santa Sofía no fue tan solo una iglesia palatina en esta época, sino también la sede del patriarca ecuménico de Constantinopla. El emperador accedía a ella directamente desde su palacio residencial, dejando así reflejada la importancia de la ideología cesaropapista.
Pese a los intentos de legitimación del poder imperial absoluto, la fama de Santa Sofía se fue amplificando pero en una dirección distinta a la que pensaba el emperador. A partir del siglo XI el simbolismo de la iglesia y la forma en la que era percibida fue remitiendo a favor del poder absoluto de Dios mas que el del propio monarca de la Restauratio Imperii.
La magnífica estructura elipsoidal pervivió en las páginas de los relatos turcos, quienes asimilaron a Santa Sofía con el templo celeste del profeta Mahoma durante su ascensión nocturna.
Bajo una nueva teología, Santa Sofía se convirtió en el centro de culto del mundo musulmán, aunque se conservó la idea de la cúpula como un macrocosmos de la bóveda celeste, ahora residencia de Alá.
La mano de Alá
Más allá del hito marcado por la cúpula más alta de todo Turquía, la mano de Alá se hizo notar a través de los sultanes otomanos que conquistaron el decadente imperio bizantino y reconvirtieron la iglesia en mezquita.
Entre otras ejecuciones, cubrieron los mosaicos ortodoxos de una fina capa de cal para tapar los iconos; también levantaron un mihrab, una especie de nicho u hornacina para la oración dispuesto en dirección hacia la Kaaba, en la Meca.
La Kaaba, conocida como «el dado» o «el cubo» es el lugar sagrado más importante del Islam y el lugar más significativo para las peregrinaciones religiosas. Se encuentra en la mezquita de Masyid al-Haram, donde los fieles deambulan alrededor de la piedra negra como parte del ritual de circumbalación de Hajj Tawaf.
Así, Mehmet II el-Fātiḥ o Mehmet El Conquistador, incorporó a Santa Sofía un minarete, seguido después por su hijo Bayaceto II, Selim II (1566-1574) y Ahmet III (1703-1730).
Por lo demás, teniendo en cuenta la biblioteca del ala derecha de Mahmud I (1730-1754) y la madrasa con el patio y la cisterna, el aspecto interior se encuentra poco modificado y el volumen conserva la esencia de la imagen primitiva.
El interior
En el interior es posible observar la imaginería bizantina que sobrevivió a las modificaciones musulmanas en la zona de los nartex (atrio de entrada):
Placas de mármol que otorgan a los corredizos de un aire místico, mosaicos que embellecen la techumbre de un brillante pan de oro, teselas de color que recubren las paredes, láminas de oro en la puerta del emperador encima de la cual se haya el mosaico del Cristo Pantocrátor…
Todo ello va conduciendo a la nave central, la hermosa naos a la que se accede por el nártex interior.
Allí nos recibe la imagen de Cristo en el centro de la cúpula, rodeada de 40 ventanas y rodeada en las pechinas de serafines de seis alas (Isaías 6:2) cuyas caras tienen la figura de un león, un águila, un toro y un ángel (el tetramorfos).
Bajo la ventana de la pared lateral, en la entrada, están presentes algunos patriarcas de Constantinópolis: Ignacio (IX) Johannes Crysostomos (IV) e Ignacio Theophoros (II).
Las dos grandes urnas de alabastro a ambos lados de la entrada se trajeron de las ruinas de Pergamon en el siglo XVI, mientras que las gigantescas placas redondas de las paredes laterales cargan con los nombres de Alá (a la derecha del mihrab) y Mahoma (izquierda) y de los cuatro profetas imprescindibles: Ebu Bekir, Omer, Osman y Ali.
A la columna rectangular ubicada al principio de la galería lateral, muy destacable, se le llama «la columna de las lágrimas» o «la columna que transpira».
El ábside, decorado con mármoles de color, alberga el mihrab que indica la dirección de la Meca y placas con letras árabes. A la izquierda del ábside está la galería del sultán, la Hunkar mahfili, y a la derecha el mimbar, un púlpito desde donde los viernes el imán pronuncia su sermón.
Las galerías
Siguiendo el recorrido por el interior, en la parte superior están las galerías de uso exclusivamente femenino.
La galería superior que da al sur es la parte más interesante, ya que contiene uno de los mosaicos más impresionantes de Estambul. En él se aprecia una escena de Jesucristo con la Virgen María y San Juan Bautista, representados con gran colorido a través de mosaicos finos y elegantes.
Es la famosa escena de la deesis (súplica) del siglo XIV donde la Virgen y San Juan Bautista suplican a Cristo que permita entrar en el paraíso a los pecadores.
Al fondo de la galería se encuentran los mosaicos de dos emperadores y sus familias junto a la Virgen y Jesucristo. A la derecha, el emperador Johannes Commenes (húngaro); a la izquierda, la emperatriz Zoé junto a Constantino IX Monomaco.
Zoé cobra una especial importancia, ya que fue una de las pocas mujeres que detentó el poder absoluto en Bizancio, por lo que el tránsito por las galerías y su visita es cien por cien recomendable.
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