Oráculos griegos: la voz de los dioses
Durante el periodo que conocemos como la Antigüedad Clásica, los oráculos ocuparon un lugar preeminente en la cultura griega. La adivinación era una importante rama del saber religioso, y una forma muy popular de entablar una relación mística con la divinidad, tal y como demuestra la abundante presencia en la mitología y literatura épica y trágica.
¿Qué es un oráculo?
El término «oráculo» es un concepto complejo que define a varias cosas a la vez:
a) El santuario oracular donde se entraba en contacto con lo sobrenatural, tradicionalmente un templo, como el de Apolo en Delfos, el de Zeus en Dodona o el de Asclepio en Epidauro
b) El sacerdote, sibila o pitonisa con dones adivinatorios que se encargaba de establecer dicho contacto, como el oráculo de Delfos o la Sibila de Cumas
c) Un dios con capacidades proféticas, como los dioses Asclepio y Dionisos
d) Un héroe mediador con relaciones con el inframundo, como Orfeo, Ulises, Heracles o Trofonio
e) La respuesta emitida por el dios (con su necesaria interpretación posterior) habitualmente a través de versos poéticos (hexámetros)
f) Una señal sobrenatural, como el tintineo inesperado de una campanilla o la interpretación de las visceras tras el sacrificio de un animal
Ubicación
En el libro Oráculos griegos, David Hernández de la Fuente nos explica que los santuarios oraculares eran lugares liminales entre el mundo terrenal y el mundo sobrenatural. Es decir, se trataban de espacios fronterizos donde el consultante entraba en contacto con el poder que habitaba en el <<más allá>>, ya fueran dioses, héroes u otro tipo de personalidades difuntas.
Generalmente, los santuarios se ubicaban cerca del agua -elemento de mediación por excelencia-, junto a necrópolis, cuevas, cavernas u agujeros en la tierra (cercanos al Hades, el inframundo).
La Mántica: el origen ancestral
La Mántica era una institución socialmente regulada en la Grecia Arcaica que abarcaba un conjunto de rituales y prácticas esotéricas desempeñadas por profesionales de la adivinación con diferente movilidad geográfica y política.
Los adivinos fijos tenían puestos oficiales en las ciudades y guardaban colecciones de vaticinios e interpretaban prodigios y señales para el interés del Estado. Otros eran profetas errantes, con una gran fama mística, y vagaban entre las distintas polis, como es el caso del cretense Epiménides.
Los santuarios oraculares fueron una invención posterior que recogió todo el saber ancestral de la inspiración divina, las técnicas de observación del cielo, el vuelo de las aves, el sacrificio animal y el examen de sus vísceras, así como el azar de dados y sus posibles combinaciones.
Mantiké techne: la locura divina
La adivinación griega se relacionaba con el concepto de manía, una especie de «locura sagrada» infundida por el dios al profeta de turno para transmitirle información a través de visiones durante los estados de trance (lo que hoy en día se conoce como «canalización»).
Esta «inspiración divina» generalmente procedía del dios Apolo, un dios bello y armónico encomendado a las nobles artes de la adivinación y personificación de la armonía, el orden y la verdad. Al igual que el resto del panteón de dioses, Apolo, el «sereno señor de Delfos y Delos», tenía una amplia presencia en la vida cotidiana de los griegos, quienes, al carecer de dogmas de fe y libros religiosos, concebían a los oráculos como la autoridad religiosa más elevada.
Viajes iniciáticos
La comunicación de los oráculos con las instancias superiores estaba fuertemente codificada y ritualizada, desde preparativos para el trance adivinatorio hasta sacrificios y purificaciones litúrgicas.
Para iniciar el proceso, el consultante tenía que realizar un largo viaje hasta el santuario, aunque, desde el punto de vista de la ficción, podía tratarse de un viaje simbólico, onírico o de ultratumba, como el que realiza el héroe telúrico Anfiarao, participante de la guerra de los Siete contra Tebas y convertido, tras su muerte, en un espíritu del Hades.
Anfitrao fue venerado en la polis de Oropo, en la península del Ática como un héroe sanador que detentaba el oráculo, en cuyo santuario se practicaba la incubatio. La incubatio era una práctica mágica por la que el consultante, tras pagar en monedas, dormía en el interior del templo y recibía información divina (generalmente del porvenir) a través de los sueños.
Oráculos necrománticos
Los dioses y héroes fallecidos no eran los únicos que realizaban viajes desde el <<más allá>>, sino que también lo hacían los muertos invocados.
Estos ascendían al mundo de los vivos para responder a todo tipo de consultas, ya que se les achacaba un gran poder adivinatorio por el hecho de estar difuntos. Así lo revela, según D. H. de la Fuente, la literatura homérica y las teorías estoicas de Posidonio de Apamea (Cicerón, Sobre la adivinación I 64).
-0 Comentario-