El Sueño: mitología aborigen australiana
«El Sueño» o «Tiempo del Sueño» (Dreamtime) de la mitología aborigen australiana es realmente fascinante. No sólo porque es simbólicamente bella, sino porque presenta una gran complejidad metafísica.
La información sobre la religión aborigen australiana se encuentra en la literatura antropológica. No es fácil establecer un nexo común entre los relatos orales de las tribus, y tan solo contamos con la tesis de Colin Dean “The Australian Aboriginal Dreamtime” para hacerlo. Junto a la revista de arquitectura «Dtfmagazine.com», esta será nuestra referencia a la hora de condensar todos los conceptos históricos y ontológicos de este «no-lugar» que es «El Sueño».
Érase una vez…
Todos los cuentos empiezan siempre por el conocido “érase una vez”. Y, los cuentos aborígenes de transmisión oral, no son una excepción. Así comienzan los relatos que nos hablan de un tiempo más allá del tiempo, de ese génesis de lo sagrado o ese «tiempo glorioso de los comienzos» que vertebra el surgimiento de nuestra existencia.
Sin embargo, el génesis de la mitología aborigen australiana surge en un momento indeterminado, pero no ocurre ex nihilo (es decir, «a partir de la nada») como sí sucede en el catolicismo.
Las tribus nativas creen en la existencia de dos corrientes temporales paralelas: el tiempo cotidiano, lineal, experiencial para nosotros, y el tiempo infinito, “El Sueño”, propio de los espíritus ancestrales o Antepasados.
Estos espíritus son una especie de arquetipos eternos que preceden y suceden a la vida física en una dimensión externa. Están fuera de la vida terrenal. Como arquetipos, los espíritus ancestrales habitan El Sueño desde siempre, adoptando distintas formas animales, vegetales y humanas.
En el caso de los humanos, los aborígenes creen que el espíritu ancestral entra en el cuerpo del feto durante el quinto mes de embarazo. Lo hace a través de la tierra, subiendo por las piernas de la madre hasta introducirse en el vientre, momento en el cual el bebé empieza a moverse.
El Sueño es, por tanto, una dimensión temporal donde habitan estos espíritus, pero también es el momento de la creación de la vida física. Una creación a partir de seres espirituales preexistentes que, en un momento de la historia del universo, decidieron transformar un mundo preexistente de cosas en un mundo material con estructuras fijas.
Dichas estructuras son las que la sociedad aborigen adopta para determinar sus conductas y organizar su cosmovisión. Son sus códigos morales y sus leyes inmutables, que han de cumplirse como preceptos eternos.
Los “clever men”
Según Colin Dean, los aborígenes no entran normalmente en contacto con los espíritus ancestrales, a excepción de los “clever men”.
Los “clever men” u “hombres inteligentes” son individuos con las facultades necesarias para comunicarse con El Sueño. Son lo que vulgarmente conocemos con el nombre de «chamanes».
Sin embargo, en la religión aborigen australiana no existe una organización sacerdotal estructurada, ni hay un libro sagrado o ritos de oración. El mundo es un lugar sagrado en sí mismo, que contiene la esencia de los espíritus ancestrales. No hay espacio para lo secular, ya que todas las formas físicas pasadas, presentes y futuras provienen de los eternos arquetipos espirituales de El Soñar.
Totemismo
Los aborígenes australianos están en plena comunión mística con el mundo, aunque no todos se comuniquen personalmente con los espíritus ancestrales.
Aunque toda la tierra es una especie de “gran iglesia”, algunos lugares son especialmente sagrados e importantes. Allí se rinde culto a los tótems de los espíritus ancestrales.
Esto se debe a que la religión aborigen australiana es una religión totémica. Es decir, está formada por un conjunto de creencias en una fuerza externa que excede al ser humano y que circunda en todas partes: el Mana.
Además, todo evento que tiene lugar en la tierra, para los aborígenes deja un registro espiritual: lo que antiguamente se llamaba en sánscrito “El Akasha” y que la New Age llama actualmente “Registros Akáshicos”.
Un lugar especialmente sagrado es Perth, donde la tribu noongar cree que los Montes Darling son una representación del cuerpo de un Wagyl, una serpiente mitológica.
Las líneas de canciones
Las líneas de canciones o “Yin” son otro concepto básico de la religión aborigen australiana, y conectan directamente con el sentido de la propiedad privada de las tierras.
Para estas culturas, su país es como si fuera una enorme partitura llena de líneas de canciones (songlines) donde se pueden observar los rastros espirituales de los espíritus ancestrales y del tiempo de creación.
Cuando los espíritus transformaron su mundo preexistente en el mundo terrenal, surgieron de la corteza terrestre para crear la orografía del mundo y sus paisajes con los que, una vez terminado todo, se fundieron. Es decir: los ancestros regresaron dentro.
Por ello, cuando los aborígenes heredan tierras, heredan un tramo de canción, un recuerdo del recorrido que los espíritus ancestrales realizaron durante el tiempo de El Sueño. Así, los versos de las canciones son los títulos de propiedad del territorio, que deben transmitirse a través de los descendientes familiares para que la tierra “siempre siga viva”.
Incluso, cuando un aborigen quiere cruzar un territorio perteneciente a una tribu vecina, este tiene que conocer su tramo de canción, que a veces recorre todo el país creando auténticas rutas comerciales donde, el objeto de intercambio, son las canciones, que van cambiando de idiomas, pero su cadencia es siempre la misma.
Toda esta teoría explica que, para las distintas tribus aborígenes, cantar es una acción especialmente importante. Recuerda al momento de la creación: “la tierra a la que no se le canta es una tierra muerta”.
Además, los aborígenes respetan la creación de El Sueño hasta tal punto que, para no degradarla, no cultivan sus tierras, y el único animal doméstico que poseen es el dingo, que se utiliza para cazar.
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