El Infierno: representaciones en el arte
El infierno es el lugar de penitencia para los pecadores que, según vimos en Summa Daemoniaca, es más un estado de privación de la visión de Dios que un espacio físico como tal. A pesar de ello, es cierto que en el Apocalipsis (20, 11-15) se habla del lago de fuego, que es “la muerte segunda, y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego”.
La tradición iconográfica ha desarrollado ampliamente este espacio tan temido por los creyentes cristianos del que hoy nos vamos a ocupar. Para ello, nos basaremos en la tesis “ÁNGELES Y DEMONIOS, SUS ICONOGRAFÍAS EN EL ARTE MEDIEVAL” de Mª. Dolores Barral Rivadulla.
El infierno románico y gótico
El historiador Jérôme Baschet nos cuenta que la iconografía del infierno tuvo un desarrollo lento hasta el año 1000, cuando empezó a impulsarse más. Si atendemos a la arquitectura románica del medievo, nos daremos cuenta rápidamente que las portadas de los Juicios Finales nos narran escultóricamente el infierno como un lugar de condenación para las almas de los pecadores. En época gótica, el mismo espacio se nos concreta a través de la representación de diferentes castigos (algunos muy cruentos) que reciben los condenados.
El tema del Juicio Final, impulsado sobre todo a partir de la crisis iconoclasta, se convertirá en la iconografía característica de las portadas de ambos estilos. El mensaje simbólico se centra en ejemplificar el momento en el que Cristo se alzará como juez del alma humana, venciendo definitivamente al pecado, al demonio y a la muerte para restituir el orden paradisíaco del comienzo de los tiempos.
Una vez introducidas estas dos generalidades, hay que tener en cuenta que en el arte medieval occidental se llevaron a cabo diversas iconografías infernales. Una de ellas es la de la “Boca del Infierno”, simbolizada como una imagen animal y monstruosa que señala el camino de entrada al infierno. Esta iconografía, seguramente de origen anglosajón y establecida en época altomedieval, tuvo su auge a partir del siglo XII, especialmente en el arte hispano, francés y alemán.
En la zona italiana se elabora una iconografía más cercana a la bizantina, consistente en una zona de fuego delimitada por rocas y motivos geométricos. En su centro se dispone al Diablo, sentado en un trono o encadenado a una columna, a cuyo alrededor se despliegan los condenados.
El Infierno bizantino
Tal y como hemos mencionado, en el mundo bizantino, este lugar es recorrido por un río de fuego y dividido en diversas casillas o alveolos (entre 3 y 6), donde se representan las distintas penas que sufren los condenados (fuego, tinieblas, gusanos, agua, etc.). Esta disposición tan particular es observable en el Juicio Final de la Catedral de Torcello (siglo XII).
El Infierno en la Península Ibérica
En la Península Ibérica contamos con el singular caso de una representación del Infierno cosida a una página del Beato de Silos con una composición tetralobulada que enmarca cuatro imágenes demoníacas. La figura de la izquierda corresponde al arcángel san Miguel, quien aparece frente al demonio Barrabás que intenta descompensar tramposamente la balanza.
Sin embargo, otro modo muy diferente de plasmar el Infierno es bajo la iconografía de la Anástasis, un episodio recogido en textos como el Evangelio apócrifo de Nicodemo. Consiste en el descenso de Cristo a los infiernos tras su muerte para liberar a los justos. Las imágenes que surgirán en el contexto bizantino relacionadas con este episodio no se corresponden con la fuente citada ni ninguna otra canónica, pero serán ampliamente difundidas en Occidente gracias a obras como La Leyenda Dorada de Santiago de la Voragine o Speculum humanae salvationes de Vicente de Beauvais.
La escena usualmente refleja a Cristo portando la Cruz y pisoteando las puertas del infierno tras destruir los cerrojos y atar con cadenas a Satán mientras toma de la mano a Adán, quien arrastra consigo al resto de justos. Una de las obras más tempranas al respecto es el Beato de Gerona (año 976) donde se distingue la coexistencia entre el Limbo y el Infierno, además de que las figuras aparecen inusitadamente desnudas.
Transición al Renacimiento
Como cabe esperar, tenemos que hacer una mención especial al infierno concebido por el poeta y escritor Dante Alighieri (1265-1321) en su celebérrima obra «La Divina Comedia«. En ella, recorrió los lugares más inhóspitos donde moran los demonios, estableciendo una topografía concreta e insólitamente ilustrativa.
Dante otorgó al infierno una forma concreta de cono, dividido en varios niveles dependiendo de la gravedad del nivel de los pecados de las almas condenadas. Cuanto más profundo era el nivel, más grave era el pecado cometido, ya que el alma estaba más cerca de la presencia del Diablo.
El artista renacentista Sandro Botticelli (1445-1510) leyó su obra y se quedó maravillado por los detalles que relataba. Inspirándose en ellas, plasmó la imagen del infierno a través de dibujos con todo lujo de detalles, desde la funesta entrada, pasando por aguas congeladas, ríos de fuego y decenas de almas sufriendo diferentes castigos eternos hasta descender a la zona más lejana a Dios: el centro de la Tierra, también llamada «Cocito» (en la mitología griega es un río del Hades).
¿Qué obra que represente el infierno añadirías a esta lista? Déjalo en la caja de comentarios.
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