El valor del Arte: una reflexión actual
En tiempos de pandemia parece que uno de los sectores que ha salido más perjudicado es el del Arte. Puede que el gobierno haya olvidado cuál es el auténtico valor del arte y lo que aporta a la sociedad, por eso hoy haremos una reflexión en estos tiempos tan singulares.
Historia y filosofía del arte
La Historia del Arte es la ciencia o disciplina que estudia la evolución del arte a través del tiempo. Investiga sobre el desarrollo de diferentes estilos artísticos y la finalidad estética y comunicativa de ciertas obras producidas por el ser humano.
La Historia del Arte entiende que el Arte, con mayúsculas, tiene un gran valor. Y la filosofía del arte entiende que éste Es un gran valor en sí mismo.
Para la filosofía del arte, la categoría “arte” es un elemento que no solo da cuenta del mundo, sino que puede transformarlo. El arte puede ser una forma de aprehender la realidad que nos rodea, un lenguaje que merece ser visto y con el que podemos ser vistos.
“Al principio fue la imagen, no la palabra”
El Arte ha creado un largo relato paralelo al de la humanidad. Recordemos que al principio de los tiempos fue la imagen, y no la palabra, la que quiso aventurarse a contar una historia, seguramente involuntaria, pero nuestra historia como especie, al fin y al cabo.
El arte rupestre, sirviéndose de la pintura y el grabado como método, y del soporte mural de las cuevas, nos acerca a una primera imagen de la vida de nuestros ancestros. Personas estrechamente ligadas a los ciclos de la naturaleza, dependientes de ella, pero también hábiles creadores de herramientas y útiles para dominarla.
Así mismo, el Arte nos recuerda que, durante la larga noche de la humanidad caminaba conjuntamente con la Religión. El contenido religioso del Arte y la cualidad artística de las producciones religiosas están interrelacionados.
Por tanto, hablar de la Historia del Arte es hablar de la historia de un arte visual, concebido como un lenguaje para ser visto, pero también de un relato religioso, donde la creencia y el pensamiento mágico-religioso ha jugado un papel fundamental.
Un mecanismo al servicio del poder
Jean Michel Basquiat, el rey del Street Art, dijo una vez: “No creo que el Arte sea propaganda, sino que debe ser algo que libera el alma, provoca la imaginación y anima a gente a ir más allá. Celebra la humanidad en vez de manipularla”.
Sin embargo, el arte ha servido ciertamente como un mecanismo de poder con fines propagandísticos. El ejemplo más evidente para la historia reciente es el arte al servicio de la propaganda nazi.
El arte nazi rescató el ideal romántico del “caballero medieval” transformando al Führer en un noble jinete montado a caballo con la firme voluntad de «limpiar» Europa de la lacra de su tiempo.
La política nazi se apropió asimismo de la imagen del símbolo de paz visnuista para reconvertirlo en la célebre cruz gamada, bajo cuyo estandarte cupieron muchos discursos, menos el de la paz.
Actualmente el arte pulula por los mercados, los vaivenes de la moda y las exigencias del gusto más snob como siempre ha venido haciendo. Pero el arte también se ha democratizado, y está presente en los museos, los centros cívicos y los espacios públicos como nunca.
Ello ha abierto las puertas a que un sujeto o un grupo puedan debatir sobre el valor del arte, siempre de forma subjetiva, pero también ha permitido que el control público constriña sus márgenes de libertad.
Por su lado, lo privado queda naturalmente atravesado por la censura en cuanto a que responde a un interés particular y concreto. Un Arte dependiente del interés particular, privado, es un arte dependiente del capital, y será dirigido de tal forma que siempre quede en favor del beneficio de la empresa.
¿Y ahora… qué?
El mercado del arte se ha tambaleado: las galerías de arte han tenido pérdidas significativas, los coleccionistas están más reticentes de comprar que antaño, los artistas ceden ante el miedo y la ambigüedad para apostar por su salida al mercado.
Es cierto que hay mucha gente que ha dejado de vivir del arte. Pero para mucha otra, el Arte le ha dado la vida y ha sido una de las claves de liberación humana en tiempos de pandemia. Hemos visto a muchos cantantes, músicos, poetas y pintores inspirándose en medio del caos para recordarnos que el arte también cura el espíritu (o el ánimo).
Anticipar el valor del arte en tiempos de post-pandemia es un ejercicio fútil, ya que hasta que no se ponga fin a este escenario en concreto, lo venidero solo es una potencialidad múltiple.
Eso sí, en la era del cansancio, del hartazgo y la confusión, donde se impone el “todo vale” para que nada valga al final, podemos ir preparando un nuevo escenario. O más bien, una nueva actitud común: repensar los discursos contemporáneos del arte sin ceder al hiperrelativismo cultural y sin desdeñar el diálogo interdisciplinar. Todo un delicado juego de equilibrios.
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