Goya y la imagen de la mujer
Sorprende -nos dice el historiador Francisco Calvo Serraller- que un pintor como Goya, cuya obra ha sido abordada desde todos los puntos de vista, no tenga apenas estudios monográficos de su modo de representar la imagen de la mujer”.
Francisco de Goya y Lucientes utilizó la figura femenina en la mayoría de sus temas artísticos, aunque la bibliografía apenas ha investigado cómo eran representadas las mujeres. Por eso, recurriremos al ensayo de Serraler del libro “Goya y la imagen de la mujer” sobre la exposición que celebró el Museo del Prado con el mismo nombre.
La mujer en el siglo XVIII
Con la llega del siglo XVIII, el papel de la mujer en la vida social europea inició una profunda transformación.
Las causas son varias, entre ellas, la importancia de la filosofía de la Ilustración, la proliferación de la pintura galante del Rococó (de temática erótica y lúdica en el ámbito aristocrático) y la abundante producción de literatura erótica durante la centuria. Se dejaron atrás los estigmas del pecado original para explorar la imagen de la mujer desde una perspectiva más naturalista.
Así mismo, el auge del nuevo tipo de sociedad mercantilista propició el desarrollo de una identidad femenina distinta, donde a las mujeres ahora se las permite trabajar y ganar dinero.
Goya, conocedor de lo que acontecía en Europa y en su propio país, concibió así la imagen de la mujer desde un tamiz realista.
Con una refinada agudeza mental, incidió en los detalles en que la mujer cifraba su atractivo erótico y reflejó su psicología en cada obra. Y lo hizo, nos indica Calvo-Serraler, “a través de todos los géneros, técnicas, modos y actitudes posibles desde el tamiz de su propia subjetividad”.
La influencia femenina en el arte del pintor
Como decimos, Goya trasladó a su arte un gran repertorio de reacciones de las modelos femeninas, apareciendo con actitudes irónicas, satíricas, sentimentales, ideológicas, y casi siempre críticas. También las concibió desde ámbitos más mundanos y tradicionales.
Esta variedad fue sin duda propiciada por las diversas influencias femeninas que llegaron de alguna forma u otra a la vida del pintor, destacando especialmente la de sus dos compañeras sentimentales: Josefa Bayeu y Leocadia Zorrilla.
A Josefa Bayeu la trató, nos dice Serraler, con una “llaneza familiar y protectora superioridad” mientras que, a Leocadia, con quien se esposó cuando ella tenía tan solo 25 años, la trató de igual a igual. En este punto, es pertinente señalar la gran distancia generacional que separó a una de otra, ya que Leocadia sin duda mantuvo una idea de cohabitación muy distinta respecto a la de su antecesora.
En torno a estas dos mujeres, destaca el retrato de Josefa a lápiz negro (1805) donde se muestra a una mujer de sesenta años, envejecida, abotargada y cansada, fruto de una vida en la que arrastró varios embarazos malogrados y múltiples partos.
Asimismo son relevantes los retratos de la Duquesa de Alba (1795 y 1797), con quien se dice que mantuvo un affair. En estas obras es presentada tal y como fue en vida: con una personalidad viva, fascinante, llena de una desenvoltura exhibicionista propia de la aristocracia del momento.
Dignidad y sensibilidad
Aunque Goya nunca sucumbió a ninguna moda artística, tal y como refleja la falta de afectación de sus retratos femeninos, es cierto que sí imbuyó a sus mujeres en una gran dignidad. Esto ocurría incluso cuando la modelo no poseía ningún título “intimidante”, ya fuese por condición social o profesión, pero siempre aparecen erguidas, con el talle recto y reflejando naturalidad.
Igualmente hizo suya un gran tema que protagonizó el debate teórico del siglo: la sensibilidad. Una sensibilidad que, como dimensión pictórica, Goya captó excepcionalmente en sus modelos.
¿Qué sentía respecto a las mujeres?
Ya sea como modelo anónimo o proyección fantástica, el arte del madrileño en lo que a respecta en mujeres se podría dividir en dos grandes temáticas: “Sucesos, lances, labores y costumbres” y “embrujos y conjuros”.
Son mujeres de todas las edades, condiciones y profesiones que aparecen como objetos y sujetos de la crueldad: trabajan, se divierten, combaten, sueñan, gozan y sufren. Eso sí, no están exentas del todo de un tratamiento machista.
En palabras de Oto Bihalji-Merin:
La relación de Goya con las mujeres está marcada por la bifronte ambigüedad del sexo femenino que arrastra en cierto modo el lastre de los prejuicios morales de la mentalidad patriarcal
En definitiva, la mujer es para Goya, de nuevo según Bihalji-Merin:
Diosa y bruja, pecadora y santa, amante y alcahueta, trabajadora y aristócrata, luchadora y víctima, misteriosa y enigmática, tierna y maternal, codiciosa, y en caso de necesidad, dura como el hombre
Y cuando la mujer era la imagen de las alegorías, de representaciones de ideas abstractas con un alto grado de simbolismo, siempre eran vírgenes, santas o criaturas mitológicas de un «escalofriante aspecto real».
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