El muralismo: de las cavernas a las ciudades
El muralismo es una vanguardia artística surgida en el siglo XX en el contexto social de la Revolución Mexicana. Hoy ahondaremos en por qué surge, quiénes son sus artífices, de qué otros estilos artísticos beben y cuál ha sido su repercusión para la Historia del Arte.
Breve historia de la pintura mural
La Historia del Arte comienza en gran medida con la pintura mural, el llamado arte rupestre ubicado en las cuevas y las cavernas. Una forma de expresión primigenia que ha ido evolucionando y cargándose de diferentes significados y estilos, pero que parte de un concepto clave para entender todo el devenir artístico de la humanidad: la necesidad de comunicación.
Desde las misteriosas pinturas prehistóricas hasta los grafitis antisistema, los murales decorativos y los frescos religiosos, la historia de la pintura mural es muy diversa.
La función religiosa siempre ha estado presente en la misma, pasando de un arte rupestre con un simbolismo enigmático y una paleta cromática austera, a los enormes y coloridos frescos que apreciamos actualmente en los templos religiosos (como el exponente renacentista de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel).
Sin embargo, a principios del siglo XX surge, en el contexto de las vanguardias artísticas, el llamado «muralismo mexicano«, un movimiento cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
¿Por qué surge el ismo?
El caldo de cultivo que fue la Revolución Mexicana (1910) por una parte y la I Guerra Mundial por la otra, hicieron que la sociedad mexicana reaccionara contra el sistema. El muralismo mexicano surgió como un movimiento artístico para el pueblo, que reclamaba sus orígenes indígenas, que hablaba de una realidad social, de sus luchas y de la desigualdad e injusticias que vivían. En este momento el arte mural, como movimiento, adquiere una función política sin precedentes.
Aunque tenemos constancia de “pintadas” con mensajes que se remontan a la Antigua Roma, como las encontradas en el yacimiento de Pompeya, no es hasta el arte mural del siglo XX cuando se consolida un movimiento artístico en torno al muralismo con una clara inclinación crítica para con el sistema.
Técnica y artífices
El arte postrevolucionario mexicano alcanzó gran reconocimiento internacional en los años 30. Es en esta época, a principios del siglo XX, cuando se inventa la pintura acrílica. Este nuevo material es resistente a las condiciones atmosféricas y mucho más versátil y práctico que la técnica del temple, usada anteriormente para obras murales.
Los mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, pilares fundamentales de este movimiento, emplearon el acrílico en sus producciones.
El influjo del expresionismo abstracto
Estos artistas fueron referentes directos de otros estadounidenses como Jackson Pollock, discípulo de Siqueiros. No obstante, es curioso como, el expresionismo abstracto, movimiento al que pertenecen estos jóvenes artistas, carece de todo contenido político y social. Cuando las nuevas generaciones de artistas desarrollan su obra más madura, solo queda la monumentalidad como característica compartida con los murales de los mexicanos.
A pesar de que en sus inicios Pollock, Rothko, de Kooning… se identificaron con este papel del artista como un comunicador de los problemas del pueblo, su obra abstracta será un arte financiado por el poder político, un arte decorativo de grandes dimensiones vacías de contenido subversivo. Ahora los temas son metafísicos, por tanto, inofensivos.
En los años 60 las paredes vuelven a ser soporte de manifestaciones artísticas. Aunque podemos situar el proto-graffiti en Roma, como hemos mencionado antes, es en esta época cuando comienza esta forma de expresión de manera más firme. Empezando por los tags, o firmas, de Cornbread para llamar la atención, hasta dar paso a estéticas más complejas. Entre los años 70 y 80 el graffiti se adueña de la ciudad, no solo de sus muros sino también de los vagones del metro.
Sprays, plantillas o stencils, rotuladores o pegatinas son diferentes materiales de los que se nutre esta manifestación.
Iniciativas actuales
El muralismo hoy, ya sea realizado con pintura acrílica, o con spray, al fresco o con plantillas, recibe una mejor acogida por el público general.
Hay muchas iniciativas para rehabilitar zonas urbanas que giran en torno al arte mural: La ciudad pintada en Vitoria-Gasteiz; el proyecto “Vigo y su gente” en Vigo, el Avant-Garde Urbano en Tudela; o la Galería Urbana del Barrio del Oeste en Salamanca, son algunos ejemplos que podemos encontrar en España.
El graffiti, además de este poder de resignificar y aportar valor a la ciudad, puede servir para apoyar a la juventud y fomentar que desarrollen sus habilidades artísticas en un contexto cooperativo. Este valor se puede apreciar en proyectos como Urbanart San Roque, en Cádiz.
No obstante, estos proyectos e iniciativas, así como los concursos de muralismo, ¿podrían ser una forma de controlar estas manifestaciones?, ¿pueden coartar la libertad creativa? O ¿censurar algunos mensajes?
Mi proyecto personal
Aunque hay muchas cuestiones en el aire, la conclusión a la que llegamos tras este breve análisis es que el muralismo es una forma de arte con mucho poder de comunicación. Tanto por sus llamativas dimensiones como por encontrarse a pie de calle, el mensaje que transmitan estas imágenes llega directo a la gente. Ya sea un grito de protesta, una obra de un cotizado artista o un mural sobre la paz para un colegio.
En este post os compartimos unas imágenes de un mural realizado por una servidora y la artista Sara Rodríguez Mesonero, ganadora del concurso de murales “Objetivos que unen” realizado por la Fundación Fondo Cantabria Coopera en colaboración con el Ayuntamiento de Piélagos. El objetivo de esta obra, realizada en el Colegio Virgen de Valencia de Renedo de Piélagos, es la concienciación sobre el cuidado del ecosistema y los seres vivos, basándose en el 15º ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) “Vida y ecosistema terrestre”.
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