Pandemias de la Antigüedad en el Arte
La humanidad ha vivido toda clase de infortunios. Y, tradicionalmente, los ha achacado a un origen no natural, a menudo religioso. Estos miedos y creencias han servido de fundamentos artísticos, produciendo imágenes que nos acercan a los episodios más tenebrosos de la historia. Para ello, nos basaremos en fuentes directas como el poema del Atrahasis o la Biblia, así como en la información del portal de la Asociación de Historiadores de Cataluña y en el artículo «Grandes Pandemias de la historia» de la National Geographic.
El origen mítico de las plagas
En torno al siglo XVIII a.C, el poema acadio Atrahasis o del “Muy Sabio” sentó un precedente literario y arquetípico en posteriores textos como el Antiguo Testamento y la Torá.
Traducido por Jean Bottero y Samuel Noah Kramer, el Atrahasis describe cómo el ser humano fue una especie creada para sustituir a dioses menores, los Igigu, en las duras tareas que debían desempeñar por orden de los grandes dioses, los Annunaki:
Durante mil años se entregaron a la tarea; después de haber acumulado todas las montañas, hicieron recuento de los años trabajados (…) ellos, entonces, comenzaron a despotricar y a quejarse, lamentando sus labores de excavación; ¡Vayamos a ver a nuestro encargado, el jefe, para que nos libre de nuestra pesada tarea!”
El problema surgió con el transcurso de los milenios, cuando el ruido de los humanos fue haciéndose cada vez más insoportable para los dioses. Este ruido acabó provocando la ira de Enlin, el soberano de los Igigi, y la complicidad de Anu, rey y padre cósmico de todos ellos. Ambos decidieron castigar a la humanidad enviando una sequía, una hambruna y un diluvio universal:
No habían pasado mil doscientos años y el territorio se había ampliado (…) el país, como un toro, alzaba tanto la voz que el ruido molestó al ser soberano (…) Cuando Enlil escuchó el rumor se dirigió a los grandes dioses (…) ¡El rumor de los humanos ha llegado a ser demasiado fuerte, no consigo dormir a causa de dicho alboroto; ordenad, por tanto, que sufran la epidemia”
Literatura inspirada en el Atrahasis
El Atrahasis inspiró narrativas posteriores y ayudó a consolidar el mito del Diluvio Universal, que inspira los pasajes de la Tablilla XI del Poema de Gilgamesh babilónico. (Pincha aquí para poder verle).
Actualmente, el Museo Británico posee una tablilla del primer tercio del segundo milenio con 27 versos en lengua sumeria de una variante del mito de Enki (imagen de arriba).
Aunque no se trata de una obra de arte en sí, sino de literatura en un soporte lítico, esta tablilla es indispensable para identificar visualmente el poema. (Pincha aquí para poder verla). También destaca el sello cilíndrico acadio de Adda, que custodia el Museo Británico. En él aparece la diosa alada Isthar y Ea, la versión acadia de Enki.
La ira de Yahvé
En cuanto a la tradición hebrea, el Éxodo del Antiguo Testamento recoge las diez plagas enviadas por el dios hebrero al pueblo egipcio en virtud de la liberación israelí:
- La conversión del agua del río Nilo en sangre, la lluvia de ranas, plaga de pulgas, la plaga de serpientes y escorpiones, la peste bovina, la epidemia de sarpullidos y forúnculos, una lluvia de fuego, llegada de las tinieblas y la terrible matanza de los primogénitos.
Pese a ser un ciclo bíblico reflejado por muchos artistas, merece la pena detenerse en la obra de Joseph Mallord William Turner de “La quinta plaga de Egipto” (1775-1851) ubicada en el Museo de Arte de Indianápolis (consultar obra aquí). Éste imprime en el cuadro su perspectiva romántica en torno a una naturaleza amenazadora, acentuada por los tonos crepusculares que anticipan el dolor y sufrimiento. O la obra del clasicista Nicolás Poussin, quien plasmó “la peste de Asdod” (1630-1631) que asoló a los filisteos como castigo por haber robado la famosa Arca de la Alianza (consultar obra y comentario aquí).
La peste de Atenas
La Antigüedad no solo se caracterizó por los edificios y esculturas monumentales, sino por las pandemias devastadoras que impactaron en la población grecorromana. Algunas fueron realmente terribles, como la que asoló a Atenas en el 430 a.C en plena Guerra del Peloponeso.
El historiador y militar ateniense Tucídices (460 a.C) narra en sus escritos cómo la Atenas triunfal de Pericles padeció la fatal incursión, a través del puerto de El Pireo, de la fiebre tifoidea (consultar fuente aquí).
Esta epidemia no solo diezmó a la población ateniense, sino que provocó un verdadero caos moral en una polis. Una polis que, hasta entonces, se caracterizaba por el mantenimiento de la paz interna y la preocupación por los grandes valores cívicos. Así, el decoro desapareció y dio pie en su lugar a un escepticismo espiritual que achacaba todo a la ira y el odio de los dioses.
La peste de Atenas puso término incluso a la vida del ilustre gobernante de la Edad de Oro, el citado Pericles, y fue este oscuro suceso el que inspiró al pintor Michiel Sweerts (1652-1654) para pintar la “Peste de Atenas” en clave barroca.
La peste antonina
La peste Antonina o plaga de Galeno de Pérgamo (actual Turquía), médico griego que describió el acontecimiento junto a la literatura de la Historia Augusta, acaeció entre los años 165-180 bajo la gobernanza del emperador Marco Aurelio Antonio.
Historiadores romanos como Amiano Marcelino o Eutropio también informaron en su momento de la epidemia: en plena época dorada del Imperio Romano, el siglo II a.C, estalló una peste de proporciones geográficas desconocidas y originada en Oriente.
Los romanos, un pueblo construido sobre cimientos supersticiosos, probablemente achacaron su infortunio a causas divinas al ver cómo la peste acababa con la vida del emperador Lucio Vero (coemperador con Marco Aurelio) y se llevó por delante a siete millones de personas.
Galeno siempre estuvo convencido de que los males fisiológicos provenían del desequilibrio de los apetitos y las emociones, quienes mantienen el correcto funcionamiento del organismo.
El Museo de Orssay conserva un cuadro de la “Peste en Roma” de Jules Elie Delaunay (1859). En él se refleja perfectamente el tétrico ambiente del momento: ruinas y edificios de telón de fondo, un gran vacío central, dos ángeles anunciadores del terror haciendo frente a los cuerpos de las víctimas mientras algunas figuras se refugian bajo la estatua de Esculapio, dios romano de la medicina y la salud. Mientras tanto, la vida, la muerte, la cristiandad y el paganismo se confrontan en esta interpretación artística de la historia.
Plaga de Justiniano
Afectando al Imperio Romano de Oriente o el Imperio Bizantino, la plaga de Justiniano o peste bubónica, arruinó la vida de muchos constantinopolitanos hasta el año 750.
A través de una expansión estructurada en varios episodios pandémicos, los brotes de peste fueron representados, de nuevo, por Poussin en torno al 1631. Era cuando el imperio de Justiniano se hallaba en su momento de mayor esplendor tras la reconquista del Italia y el Magreb.
Diezmando a un 40% de la población, esta enfermedad desapareció desde el 767 durante seis siglos, hasta reaparecen, para el horror de las gentes, en pleno siglo XIV bajo un nombre conocido por todos y que fue temido por muchos: la peste negra.
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