La Maldición (the Grudge 2020) golpea pero no duele
Aunque la película de culto La Maldición (Ju-on; 2002) de Takashi Shimizu no ha envejecido bien, la revisión estadounidense de Nicolas Pesce fracasa en su intento por construir un relato memorable de miedo sobrenatural.
El topic del j-horror, con sus más y sus menos, nos viene enseñando desde su origen que el terror más efectivo es de índole psicológica: aquel que pone a trabajar insidiosamente nuestra imaginación para hacernos creer malévolamente que algo en la atmósfera que nos rodea está terriblemente mal.
Aquí, Pesce renuncia a su idiosincrasia poética e introspectiva, apartándose de los caminos imperfectamente estilizados de Los ojos de mi madre (2016) y Piercing (2018) que parecían abocarle a un éxito independiente.
Hiperterror
En la primera escena de la película ya nos damos cuenta de que Pesce no ha venido a generar una inquietud in crescendo ni a proponernos nada original, sino a golpearnos reiteradamente en la cara. En exceso.
La materia prima del cine de terror por excelencia, el jump-scare, brilla de nuevo por su capacidad para el sobresalto, pero empequeñece ante la habilidad genuina de perturbar en lo más hondo. Pierce, a sabiendas, se deja seducir por la tendencia hiper que caracteriza nuestro tiempo y amplificar, hasta la anestesia emocional, la liberación de adrenalina en un apabullante final.
Salvedades
Esto no significa que el retrato de la podredumbre y miseria humana que presenta no sea eficaz, o que los tonos ocres y apagados a lo largo de la película no resulten un recurso sensorial atractivo.
De hecho, Pesce controla bien los flashbacks que erigen la historia (exceptuando el uso redundante en el último cuarto del film) y Zack Galler hace un uso correcto (aunque escasamente transformador) de la fotografía. No obstante, habría que recordarle a la competente producción de Posesión Infernal (2013) que si lo que se pretendía era reconquistar la esencia de los yūreis violentos y vengativos de los viejos kaidan japoneses, lo mejor sería no haberse rendido ante el cliché.
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