Historia de la Astrología (3): Egipto
¿Lugar de magia y ciencias ocultas?
Para los escritores griegos y romanos, Egipto era el país de los magos y las ciencias ocultas. Así parecían atestiguarlo sus impresionantes monumentos, testimonios de una cultura misteriosa y superior.
También en los círculos esotéricos modernos Egipto sigue suscitando una fascinación que se acerca más al mito que a la realidad, a pesar de que los hallazgos reales en lo que se refiere a la astrología egipcia son sumamente escasos.
La mayoría de ellos provienen de una época en la que Egipto estaba inserto en un crisol con la cultura helenística y romana (es decir: después del III a. C). Sin embargo, en esta época es difícil establecer elementos genuinamente egipcios, y la mayoría de investigadores creen que el conocimiento astrológico fue penetrando en la tierra del Nilo a través de Mesopotamia y Grecia.
¿El mundo astral tenía relevancia?
Recordemos que, cuando nos referimos al «mundo astral», estamos hablando del mundo de los astros. En este sentido, el papel destacado del Sol en los textos del antiguo Egipto deberían sugerir la existencia de una dedicación muy fuerte al mundo astral en general, pero no fue así.
Para los egipcios, el Sol era una divinidad venerada que ayudaba en el viaje hacia el mundo de ultratumba y el más allá, pero son pocas las veces que se han encontrado representaciones del cielo estrellado. Empero, una excepción muy llamativa es el llamado «techo astronómico» en la tumba de Senenmut, hombre de confianza de la reina Hatshepsut, en el que aparecen representados los meses y constelaciones más importantes.
En esta línea, nos recuerda el egiptólogo Erik Hornung: «lo que falta en el tiempo faraónico es la fe en una influencia de los planetas y sus constelaciones. Si bien se da a los planetas nombres de dioses, prácticamente solo aparecen en listas y, a diferencia de Mesopotamia, no desempeñan ningún papel para las representaciones religiosas«.
Los calendarios sí eran importantes
Los calendarios sí que eran importantes para los egipcios (en los testimonios del Imperio Medio, contamos con una excepción a ausencia de competencias del mundo astral, ya que, en dicha época, sí que existe un acervo de conocimientos astronómicos, pero siempre ligados al contexto de estos calendarios). Ya desde la primera dinastía se cuenta con una tabla de marfil hallada en una tumba en Abydos donde se venera a Sothis (Sirio) como «Portador del año nuevo y de la inundación». Era la manera de expresar que la crecida del Nilo hacia el final del verano era anunciada por la primera visibilidad de Sirio en el cielo matutino (en el Antiguo Egipto, el ascenso helíaco de Sirio tenía lugar el 20 de julio).
En este tiempo también comenzaba el año solar egipcio, que tenía 360 días y 5 adicionales, los llamados «epagómenos», considerados desde el punto de vista de la hemerología como especialmente peligrosos.
Durante el Imperio Medio (ca. 2050 – 1750 a. C), los escasos testimonios de conocimientos astronómicos solo aparecen en el contexto de los calendarios con una alta carga mítica. Un buen ejemplo de ello son las tapas de sarcófagos cuya cara interna tiene grabados de «calendarios diagonales«, que formaban 36 columnas, y entre las columnas 18 y 19 había grabada una imagen transversal de la diosa del cielo, una constelación de 7 estrellas, Orión y Sirio y representaciones de los dioses Sah y Sepdet. Cada una de las 36 columnas llevaba un título y 12 nombres de estrellas que probablemente se usaban para medir con la mayor exactitud posible el tiempo.
La doctrina de los decanos
Los decanos son determinadas estrellas y constelaciones situadas cerca de la elíptica a los que los egipcios asignaban poderes divinos; entre ellos, la relación con el concepto «shai«, que significa «destino». Se creía que su influjo podía actuar de forma beneficiosa o perjudicial para el ser humano, y su doctrina o principios básicos aparecen por primera vez en las tapas de los sarcófagos mencionados anteriormente.
Dicho de otra manera: son 36 grupos de estrellas que se alzan consecutivamente sobre el horizonte en cada rotación de la Tierra. El ascenso de cada decano marcaba el comienzo de una nueva «hora» nocturna decanal.
Lo vemos en la función de los nombres de estrellas que aparecían en la cara interna de los sarcófagos, ya que sus nombres coincidían con las salidas de los decanos durante la noche. Cada 10 días, los decanos se corren en la lista un lugar hacia arriba para que aparezca abajo un nuevo decano, procedimiento que da lugar a la característica representación en diagonal.
Esto hace plausible la teoría de algunos autores de que los calendarios eran, en realidad, relojes astrales (Leitz 1995).
Los decanos como señores del universo
Volviendo al poder divino de los decanos, estos aparecían muchas veces como seres peligrosos de los que había que protegerse con amuletos hasta que en el 850 a. C se los comienza a valorar positivamente. Por ejemplo, en la tumba de Osorcón II se hallaron imágenes y brazaletes donde se representaba a los decanos con forma de víbora o cabeza de león junto a Osiris, Horus, Thot, Isis y Neftis (ver imágenes aquí y aquí). Todo apunta a que los egipcios los consideraban protectores de los muertos.
Por otro lado, antes de denominarse «decanos» como tal en la época helenística, estos eran designados como «señores del universo«, «elementos del mundo» u «observadores de las horas». Los griegos se referían a los decanos de manera técnica para hablar de la división de cada segmento zodiacal de 30° en tres decanos de 10° cada uno. Se cree que el término provenía del ámbito militar, donde un «decano» era un jefe que tenía bajo su mando a 10 soldados en los barcos policiales que surcaban el Nilo.
La melotesia
La doctrina egipcia de los decanos se asoció con tradiciones griegas en el texto apócrifo judío conocido como «Testamento de Salomón«. Dichas tradiciones griegas relacionaban a los planetas con los signos del Zodíaco y las partes del cuerpo.
Esta doctrina se conoce como «melotesia«, siendo la melotesia decanal la de origen egipcio. Con el tiempo, esta se fusionaría con la doctrina hermética durante la época grecorromana, cuando se estableció una relación entre los decanos y diferentes minerales y metales, tendiendo un puente importante entre astrología y alquimia.
Hermes Trimegisto
En la época helenística (323 a. C-32 a. C), algunas antiguas tradiciones egipcias se asociaron con la tradición y mitología griegas. La vinculación más importante se dio entre el dios egipcio Thot y el dios griego Hermes, divinidades relacionadas con el arte de la escritura (importante para la función sacerdotal) y la revelación de verdades ocultas.
A Hermes-Thot, a partir del siglo III, se le conoció con el nombre de «Hermes Trimegisto«, que significa el «Tres veces grande Hermes». En la literatura antigua se le consideró como el dios que reveló a sus sacerdotes iniciados la tradición esotérica, oculta y mágica (enseñanzas de ciencia, escritura, astronomía y astrología).
En este contexto, hay que distinguir entre el género de lo «hermético», donde Hermes tiene un papel destacado, y el denominado «Corpus Hermeticum«, que es una colección específica de textos después de Cristo hallada en la comunidad cristiano-gnóstica de Nag-Hammadi, en el Alto Egipto.
a) Género de «lo hermético»:
Respecto al género que llamamos «hermético», los textos son muy dispares y tienen muchas variantes. Por ejemplo, está el caso de Pseudo-Manetón, un escrito probablemente de época ptolemaica (fundada en el 323 a. C) que habla acerca del dios que esculpió sus enseñanzas sobre los efectos de las estrellas en columnas y muros de los templos egipcios. O, por otro lado, la vasta literatura que se ha escrito bajo el nombre de «Hermes» (nombre pseudoepigráfico, es decir, que consiste en adjudicar o firmar un documento con el nombre de alguien famoso) a la que se refiere Clemente de Alejandría. Clemente decía que existieron 42 libros de Hermes de los cuales 4 estaban dedicados a las enseñanzas sobre los astros, «y que los sacerdotes debían aprender de memoria y tenerlos siempre en los labios«.
También hay que tener en cuenta que, bajo el nombre de «Hermes», se hace alusión a todas las obras que cubren la magia, alquimia, astrología y filosofía del Egipto helenístico. Estos escritos tenían en común el hecho de que partían de una «sympatheia» (la filosofía grecorromana), que habla de la correspondencia entre el macrocosmos y el microcosmos (eso que afirma el Kybalión, el libro que sintetiza la filosofía hermética, de «lo que es arriba es abajo; lo que es adentro es afuera«).
b) Corpus hermeticum:
Respecto al «Corpus Hermeticum», (colección de 24 textos sagrados escritos en lengua griega después de Cristo que contienen los principales axiomas y creencias de las tendencias herméticas), para los cristianos-gnósticos del Nag Hammadi, Hermes Trimegisto fue un sabio egipcio que había anunciado en sus doctrinas la salvación por Jesucristo. Para ellos, la astrología era una disciplina sagrada que no se oponía a la doctrina cristiana.
- Fuente: «Astrología: una historia desde los inicios hasta nuestros días» de Kocku von Stuckrad, profesor de la Universidad de Ámsterdam en la Cátedra de Historia de la Filosofía Hermética.
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