El Rococó: moda y escándalo
El arte, la moda y el llamado zeitgeist siempre han estado relacionados. No solo porque la moda es un arte en sí mismo, o porque diseñadores como Balenciaga e Yves Saint Lauren hayan sido influenciados por las pinturas de Zurbarán y Mondrian, sino porque, a través de los cuadros, podemos observar la forma en que la indumentaria evoluciona a través de las épocas.
A veces, para interpretar una obra y leer los mensajes ocultos que nos quiere transmitir el autor, nos tenemos que fijar en pequeños detalles del cuadro que nos van revelando aquello que va más allá de una primera lectura. En nuestro caso, observamos la indumentaria como canal de comunicación.
Una de las obras que más nos transmite a través de su vestimenta es El columpio de Fragonard (1767), que refleja el espíritu de una época concreta: el Rococó.
El famoso vestido rosa
Nos situamos, por tanto, en la Francia del XVIII, caracterizada por la opulencia en el arte, la música y la vestimenta. Esta obra fue un encargo personal, secreto e incluso escandaloso al pintor Fragonard por parte de un aristócrata francés que le pidió la realización de un cuadro de él mismo jugando con su amante.
Lo primero que nos llama la atención es un vestido de seda rosa pastel, adornado con volantes, lazos, fruncidos y ribetes (adornos, adornos y más adornos al más puro estilo Rococó).
La indumentaria femenina se caracterizaba por aquel entonces por corsés, corpiños y otras piezas que constreñían el cuerpo femenino. Sin embargo, la única pieza que no tenía esta característica era la falda. Por eso, el gesto (aparentemente inocente) de la mujer columpiándose y levantando la pierna, en realidad era un juego sensual donde ella le muestra cierta parte del cuerpo al hombre que, oculto entre la vegetación, observa anonadado.
Las mujeres del Rococó vestían con camisola, enaguas y miriñaque (para dar forma a la falda) un corsé, un bolsito que llevaban debajo de una especie de bata, el vestido o falda, a veces una gorra o un fichu y volantes. Lo que no llevaban era ropa interior, así que, al descubrir esto, el cuadro cambia de una escena cándida y prácticamente infantil a algo mucho más escandaloso.
Incluso, la estatua del Cupido que aparece en el lado izquierdo del cuadro encima de un pedestal, hace evidente que esto que vemos es un secreto, llevándose los dedos a la boca diciéndonos “shhh”.
Los zapatos: complemento perfecto
El siguiente elemento que nos llama la atención son los zapatos. El calzado en el Rococó era de tela, normalmente de seda, estaba ricamente adornado con motivos florales, volantes, lazos y brocados. Solía tener un pequeño tacón y estaba de moda que no conjuntara con el vestido. Una de las cosas que quizás nos sorprende sobre el zapato del cuadro es el tamaño. Durante el reinado de Luis XV se pusieron de moda las chinelas, una especie de zapatilla de tacón que se solían reservar para momentos de más intimidad y que daban un aspecto más pequeño al pie. Esta chinela parece ser el tipo de calzado que lanza la protagonista de este cuadro.
La vestimenta masculina
El hombre que vemos estirado entre la maleza fue quien encargó la pintura, y por esa razón va vestido con sus mejores galas.
Francia fue el centro de la moda del siglo XVIII, e ir bien vestido tenía muchísima importancia, ya que se creía que era uno de los pilares de una sociedad estable.
Él lleva los componentes principales de la indumentaria masculina propia del Rococó: unos calzones probablemente complementados con unas medias blancas y zapatos con un ligero tacón y hebilla de metal, un chaleco adornado al estilo rococó, un pañuelo de algodón o lino ribeteado de encaje en el cuello, y una chaqueta encima, todo en colores azul pastel.
Las pelucas como símbolo de estatus social
Otra de las prendas más características de la época Rococó que vemos en la obra de El columpio es la peluca blanca con algunos tirabuzones.
Las pelucas eran un símbolo de estatus y del “buen vestir francés”. Estas eran espolvoreadas por un sirviente con una mezcla de almidón perfumado, que podía ser de color, como en este caso, blanco o también negro, gris, marrón, e incluso azul. Solían anudarse con un lazo creando una especie de cola baja.
Además tanto los hombres como las mujeres del Rococó, solían llevar maquillaje. Solía consistir en rubor en las mejillas y labios, una base blanca hecha de plomo en la cara y cuello, también se pintaban las pestañas e incluso llevaban cejas postizas hechas de pelaje de ratón.
Más allá de la moda: los secretos del cuadro
Uno de los elementos más ocultos del cuadro y que le dan aún más secretismo a los gestos de los dos amantes es el otro hombre en el lado derecho de la pintura que columpia a la protagonista. Este podría ser un criado o familiar, pero al aparecer acompañado de un perro, signo de la fidelidad en el matrimonio, sabemos que se trata de su marido.
Estas tres figuras ahora forman una composición triangular, creando así un escandaloso triángulo amoroso que hacen que tu cabeza se llene de incógnitas propias de un culebrón televisivo:
¿Sabrá el marido de la presencia del otro hombre al que su mujer le enseña “sus vergüenzas” sin ningún tipo de ropa interior? ¿Estarán jugando los tres a un juego sensual? ¿Será el marido un pobre pagafantas que solo quería pasear por su jardín y columpiar a su mujer? ¿Está el hombre escondiéndose del marido entre los arbustos? ¿Qué pasará con este triángulo amoroso después de esta escena?
Estas preguntas quedan a tu libre interpretación. Pero, como hemos podido observar, si nos fijamos bien en los elementos de un cuadro y en la indumentaria de los protagonistas, muchas de esas preguntas quedan respondidas e incluso podrás disfrutar de algunas obras con otra mirada.
Y es que, al final, ¿para qué queremos la revista Cuore, La isla de las tentaciones o Sálvame, teniendo la historia del arte?
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