La anti-atmosférica Rebecca de Wheatley
Un remake nunca es una propuesta fácil, y mucho menos cuando trabajas bajo la sombra de un maestro del suspense y el terror como Alfred Hitchcock. Se puede ofrecer, no obstante, una revisión fresca, renovada, inédita, a través de un material joven con algo nuevo que aportar a la actualidad. Lamentablemente, la melodramática Rebecca de Ben Wheatley no está a la altura.
Marcando distancias con su predecesora
Habría que empezar señalando el hecho de que Netflix, la plataforma online donde se ha lanzado la película protagonizada por Lily James y Armie Hammer, se ha empeñado en defender su producto diciendo que no se trata de una revisión de Hitchcock, sino de una adaptación de la novela de Daphne du Maurier (1938)
(ATENCIÓN SPÓILERS):
La nueva Rebecca incluye uno de los momentos más paradigmáticos de la novela de du Maurier al revelar las verdaderas razones que llevaron a Rebeca de Winter a la muerte: ni más ni menos que un disparo de su propio marido, el señor de Winter, quien la detestaba profundamente por hacer de su vida un auténtico infierno.
Lejos de la visión del trágico accidente que nos propone Hitchcock, y que sitúa al señor de Winter (y a nosotros como espectadores) en una posición moralmente cómoda, la realidad es que la nueva Señora de Winter ha estado conviviendo todo este tiempo con un asesino. Uno que, por muy galán que sea, jamás habría podido aparecer en el cine clásico, ya que por aquel entonces no estaba permitido mostrar actos criminales desde un punto de vista cómplice (el llamado Código Hays estadounidense).
Los señores de Winter ¿víctimas o verdugos?
Pero si profundizamos en este hecho desde una perspectiva contemporánea (sensible a la violencia machista), es inevitable que afloren las siguientes cuestiones: ¿es justificable, en última instancia, el asesinato que comete Maxim hacia su cruel esposa Rebecca? ¿vale la pena atravesar las llamas para encubrir a un criminal con la promesa final de un amor correspondido? ¿al final son los deseos individuales los que prevalecen frente a lo que es correcto y lo que no lo es?
A través de los recuerdos de la señora Danvers (el ama de llaves imponentemente interpretada por Kristin Scott Thomas) ésta nos hace un retrato psicológico que dista mucho de la Rebecca fría y cruel de Maxim: la Rebecca de la señora Danvers es una mujer de fuerte carácter, sí, pero segura de sí misma y libre, salvajemente libre. Lo suficiente como para acordar un matrimonio con un hombre de su misma condición social para asegurar su futuro (recordemos que la historia está ambientada en una época donde las mujeres, en palabras de Danvers, tenían solo dos opciones: o casarse, o servir) y seguir viviendo su vida como quiere.
Por tanto, lo que nos queda es una sensación de ambivalencia respecto al misterioso personaje: ¿Cómo era realmente Rebecca?
Manderley… ¿eres tú?
Otro aspecto de la película (que no es tan benigno como parece) es su notable fotografía, con planos cuidados al detalle y una estética placentera, quizá demasiado para una película cuyo leitmotiv radica en la presencia de la sombra alargada de una mujer fallecida y en la perversa psicología de sus personajes principales.
Es inevitable extrañar la siniestra versión victoriana del castillo gótico de Hichtcock, cuya atmósfera se tornaba sigilosamente opresiva durante las noches e incluso cobraba vida propia. Ahora se presenta un Manderley en segundo plano, como un adorno más del melodrama, donde poco importan los senderos serpenteantes ni las visiones insólitas proyectadas por la luz de la luna.
Asimismo, el ritmo irregular y las interpretaciones poco sofisticadas de los protagonistas tampoco ayudan a remontar en este sentido el film: ¿Dónde está la señora de Winter que desciende lenta, pero inexorablemente hacia la histeria? ¿por qué no llegamos a empatizar del todo con su sufrimiento? ¿Dónde queda el oscuro romanticismo de lo que nunca debió dejar de ser un brillante cuento gótico?
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