William Blake: el pintor gnóstico
Si las contemplamos durante el tiempo suficiente, nos damos cuenta de que hay algo profético e inefable en las imágenes de William Blake (1757-1827). Su pintura representa un misterio casi imposible de resolver; es el testimonio material de que otra perspectiva (oculta) del cristianismo y de la vida es posible.
Aprendiendo con Basire
A una edad temprana, con catorce años, Blake inició su aprendizaje con el grabador británico James Basire, miembro de la Society of Antiquaries y la Royal Society.
Basire le introdujo a un estilo de grabación tradicional, quizá algo anticuado, algo que muchas fuentes señalan como un efecto negativo en el aprendizaje del pintor para obtener un reconocimiento a posteriori.
Blake aprendió de su maestro la técnica de los grabados tal y como se hacían en la Inglaterra del XVIII, copiando las imágenes de algunas iglesias góticas de Londres y de tumbas reales en la abadía de Westminster. Este último lugar fue un sitio clave para el desarrollo del estilo tan particular de la pintura de William Blake, ya que el joven artista podía contemplar procesiones de monjes y sacerdotes desde el enclave, así como escuchar los cánticos prístinos y la liturgia religiosa en vivo.
William Blake, el gnóstico
El gnosticismo, calificado de herejía y eliminado del mapa intelectual europeo hasta los siglos más recientes, ha conseguido sobrevivir a través del redescubrimiento de algunos viejos textos, pero también gracias al arte. Muchos artistas/buscadores de la Verdad Universal (el Logos) han sabido plasmar en las imágenes artísticas las claves del conocimiento gnóstico.
Por ejemplo, William Blake retrató en varios de sus cuadros el símbolo universal del Demiurgo: el compás. El Demiurgo es el arquitecto del mundo sensible; el alquimista/artista que ha conseguido descifrar los secretos de la Piedra Filosofal y de la Realidad Pura que permanece oculta a ojos de la mayoría.
Los artistas como Blake, que creen haber llegado al conocimiento último de todas las cosas, no comparten su sabiduría de forma directa, sino que lo hacen a través de parábolas visuales y poéticas. A menudo, dichas parábolas están altamente cargadas de un misticismo críptico que revela el componente aristocrático de esta fascinante —aunque excluyente— religión.
El hermetismo generalmente está acompañado de una gran belleza visual, ya que es la fuerza de la imagen la única capaz de revelarnos, a través de la intuición, las grandes incógnitas existenciales que subyacen en la experiencia de la vida.
Abrazar el misticismo
A pesar de que este artista profético reivindicó la importancia de la espiritualidad e impugnó la nueva moral dieciochesca con fervor, Blake fue un hombre marcadamente marginado, e incluso algunos críticos lo han tachado de «lunático desafortunado» (consultar fuente aquí). Pero hay quien dice que la rareza es la madre de las maravillas, y este fuerte sentido de la autenticidad empujó a Blake a formar parte de órdenes tan singulares como la Orden de los Druidas, experimentar el Tantrismo y ser nombrado santo por la Ecclesia Gnóstica Catholica según el blog de crítica literaria Todo Literatura.
En lo que podemos catalogar como su «última época» (1803-1827) —cuando Blake residía en Londres— ya había escrito sus célebres poemas como Cantos de inocencia y Cantos de experiencia, a menudo ilustrados por él mismo. Fue en la capital inglesa donde trabajó para el mejor de sus protectores artísticos, John Linnell, grabador, retratista y pintor paisajista inglés para el que grabó la gran obra maestra de su carrera artística: Invenciones del libro de Job, así como sus insignes ilustraciones de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
El Tigre (The Tyger, 1794, poema de William Blake)
Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿Qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿Qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quién hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
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