Introducción al gnosticismo (I)
Hoy es Nochebuena, así que vamos a aprovechar esta fiesta cristiana para hablar de una doctrina filosófica y religiosa muy relacionada con el cristianismo: el gnosticismo. El gnosticismo es un término moderno con el que se suele designar a un conjunto de agrupaciones religiosas de tradición judeocristiana que durante los primeros siglos de nuestra era establecieron la doctrina de la gnosis.
«Gnosis» es un término griego que significa literalmente «conocimiento». Para los gnósticos, la tarea más importante espiritualmente es conocer los principios básicos de la gran sabiduría universal como forma de salvación espiritual.
La búsqueda del conocimiento
Los orígenes del gnosticismo son controvertidos. Se ha dicho que las raíces pueden ser, desde judeocristianas, pasando por egipcias (de sustrato alejandrino) o griegas con influencia oriental (por la similitud entre los misterios griegos y el gnosticismo esotérico), entre otras.
Lo que está claro es que el gnosticismo cree en que, para liberar al alma humana, hay que inundarse de conocimiento (que no siempre estaba al alcance de todos, por lo que a veces el gnosticismo se percibe como una corriente elitista). Y este conocimiento debe ser una sabiduría auténtica que nos facilite la comprensión de las claves del universo. Sin embargo, la verdad del universo no se encuentra en los elementos externos que nos rodean, sino que se halla buceando dentro de nosotros mismos (esto es la gnosis, el conocimiento absoluto e intuitivo).
Con el cristianismo, los heresiólogos como Ireneo consideraron el gnosticismo como una herejía cristiana. Las causas fueron varias:
Por un lado, los gnósticos simpatizaban demasiado con todo lo que tenía que ver con el esoterismo, es decir, la magia, alquimia, astrología y conocimiento de herencia pagana. Por el otro, su cercanía con la cultura helénica (griega) y algunas religiones orientales los situaba en un marco ciertamente alternativo al curso que estaba tomando el cristianismo oficial.
Características básicas del gnosticismo
Aunque dentro del gnosticismo existen varias corrientes que se extienden hasta la actualidad, podemos citar las siguientes características básicas que comparten todas ellas:
- Carácter iniciático (revelación del conocimiento exclusivo a una élite iniciada)
- Salvación espiritual únicamente por medio de la fe (no se cree en el perdón de los pecados ni en el sacrificio de Cristo en la crucifixión)
- Mezcla de la filosofía griega y orientalista de tradición platónica
- Sistema de creencias dualista (Bien vs Mal; Espíritu vs Materia; Ser Superior vs Demiurgo)
- Cristología alternativa (la materia es el origen del mal para los gnósticos, por lo que para ellos Cristo no existió de forma física, sino aparentemente física)
- Fuerte sentido de la jerarquía (los iniciados están en la cúspide social)
- Pluralidad de corrientes internas (incluso algunos eruditos distinguen entre un gnosticismo cristiano y uno pagano)
La Mónada
La Mónada es sin duda uno de los conceptos más importantes del gnosticismo. Se trata de uno de los muchos términos con el que se conoce al “Ser Supremo”, también llamado el “Uno”, el “Eón perfecto”, el “Padre Inefable” o “La Gran Profundidad”.
La Mónada es un ser incognoscible y supraexistente (por encima de la propia existencia). Representa la unidad primordial de la cual surgen el resto de elementos existentes. Entre ellos, se incluyen los llamados «eones», una especie de inteligencias eternas y divinas que conforman el Pléroma (vocablo griego que significa «la plenitud») que se dispone jerárquicamente en sentido descendente. Las capas más bajas de el Pléroma están más cerca del plano material.
Samael Aun Weor, maestro gnóstico del siglo XX.
Por un lado, la palabra «eón», de origen griego, alude a la aurora, al inicio del día que metafóricamente representa el inicio de todos los acontecimientos posibles.
Por el otro, el Pléroma es la manifestación inteligible del Pensamiento de la Mónada (El Silencio), el cual salió hacia la exterioridad en el momento en el que el Ser Supremo se desdobló a sí mismo.
A menudo, algunas corrientes del gnosticismo trazan una diferencia entre la Mónada, el Ser Supremo que se mantiene al margen de su desdoblamiento, y el Demiurgo, el Eón que creó el mundo material y que recurrentemente es asimilado a Yahvé, el dios del Antiguo Testamento para los cristianos.
El problema del mal
El problema del mal es un viejo tema dentro del cristianismo que también abordarán los gnósticos. La pregunta más recurrente del problema del mal es la siguiente:
¿Cómo puede existir un Dios omnipotente, omnisciente y omnibenevolente y, al mismo tiempo, existir el mal en el mundo?
Se trata de una duda inicial a partir de la cual podemos deducir lógicamente lo siguiente:
- ¿Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
- ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
- ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
- ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?
La lógica deductiva o «argumento global» es solo una forma de abordar la problemática para exponer la inconsistencia lógica del teísmo clásico.
Sin embargo, existe también una forma de razonamiento denominado inductivo, evidencial o «argumento local» al que muchos filósofos han recurrido, desde Voltaire hasta Hume. Dicha lógica también nos lleva a descartar los argumentos del teísmo clásico, pero con un planteamiento filosófico diferente.
A continuación, se exponen dos razonamientos de tipo inductivo para demostrar la inconsistencia del teísmo clásico:
1. Argumento absoluto de William Leonard Rowe, profesor de filosofía de la religión (1931-2015):
(1) Existen instancias de intenso sufrimiento en que un ser omnipotente y omnisciente podría haber previsto sin por ello perder algún bien superior ni permitir algún mal igualmente malo o peor. (2) Un ser omnisciente, totalmente bueno podría haber prevenido la ocurrencia de cualquier intenso sufrimiento si pudiese, a menos que esto perjudicara a un bien superior o permitiese un mal igualmente malo o peor. (3) Por lo tanto, no existe un ser omnipotente, omnisciente y totalmente bueno
2. Argumento relativo de Paul Draper, filósofo de la religión (1957):
(1) El mal gratuito existe. (2) La hipótesis de indiferencia, esto es, que existirían seres sobrenaturales que son indiferentes a los males gratuitos, es una mejor explicación para (1) que el teísmo. (3) Por lo tanto, la evidencia prefiere que ningún dios, al menos aquel entendido por los teístas, existe.
El problema del mal según los gnósticos
Por su parte, los gnósticos plantearon su propia resolución del problema del mal en base a la siguiente idea:
En la cima de la existencia está la Mónada inmanente, perfecta, inmutable e inaccesible. De ella emanan los eones, de quienes descienden a su vez divinidades inferiores como el Demiurgo, antítesis y culmen de la degeneración progresiva de los seres espirituales, así como el origen del mal. En su malevolencia, el Demiurgo crea el mundo material para encadenar la esencia espiritual de los hombres a la prisión de la carne (herencia platónica). En este escenario, el Bien y el mal libran pugnan entre sí (Sistema dualista de creencias), así como la materia (la apariencia, el mal) y el espíritu (la sustancia, el bien)».
Por tanto, el mal para los gnósticos no es algo creado por la Mónada, que se mantiene, en su perfección, al margen del resto de seres imperfectos. De hecho, el mal proviene precisamente del Demiurgo, el «artesano o hacedor del universo» que partía del caos cósmico para ordenarlo, tal y como lo concebía Platón en el diálogo del Timeo.
Escuelas gnósticas
Algunas de las escuelas o ramificaciones engendradas por el pensamiento gnóstico son los cainitas (seguidores del Caín bíblico, siglo II d. C), los valentinianos (secta gnóstica fundada por Valentín en Roma durante el siglo II d. C) y los cátaros (movimiento medieval extendido a partir del XI con fuerte influencia del maniqueísmo y creyente en una dualidad creadora, Dios y Satanás).
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